Análisis | La responsabilidad de Estados Unidos en la creación de un fenómeno migratorio que hoy no puede contener

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Foto: Reuters. Tomada de: https://www.altonivel.com.mx/actualidad/internacional/nueva-caravana-migrante-cruza-guatemala-y-se-dirige-a-mexico/

Escrito por: Helen Montoya, colaboración especial al CESPAD

Parte I

Históricamente las relaciones entre Estados Unidos y Centroamérica han estado bajo la hegemonía de la gran potencia del norte, a través de la implementación de políticas de intervención que siempre han buscado salvaguardar su propia seguridad nacional. Su seguridad ha estado definida por el interés nacional de protección de sus intereses económicos, políticos y militares en el exterior, y para ello ha contado con el apoyo de las élites corruptas que han estado dispuestas a apoyar políticas intervencionistas. Esa asociación ha dejado a nuestros países con la mayor parte de las sociedades pobres, con desiguales oportunidades de acceso, con sistemas de repartición de la riqueza injustos y parciales que ha conllevado a la concentración del poder en algunos núcleos familiares, que han vulnerado y violentado los derechos humanos de la mayoría de la población.

En tiempos de la Guerra Fría el objetivo principal fue la lucha contra el comunismo en la región. Por ello apoyaron política, militar, económica y logísticamente a las dictaduras militares que se alineaban hacia esa idea y defendían los intereses extraterritoriales estadounidenses. Fueron tiempos de militarización de la seguridad y, en sí, de la vida cotidiana en los países centroamericanos, con la excepción de Costa Rica.

Para Cynthia Arnson, del Wilson Center, durante esa época de conflictos, Estados Unidos tuvo “una influencia muy fuerte[1]» en esos países, lo que provocó un apego peligroso entre las élites gobernantes, tanto civiles como militares, que tuvieron el apoyo del gran capital criollo con el fin de seguir manteniendo sus ganancias empresariales, aun en contextos de guerra.

Los gobiernos que no seguían el libreto estadounidense eran víctimas de agresiones y golpes de Estado, como aconteció en Guatemala, en 1954, en Panamá, en 1989 y la fallida contrarrevolución en Nicaragua, en casi toda la década de los años ochenta. A partir de esos acontecimientos y otros, la historia nos ha mostrado que los Estados Unidos ha tenido una gran incidencia en la desestabilización política de los gobiernos de la región que se oponían a seguir siendo parte del objetivo de su seguridad nacional.

Es por ello que Roberto Barrios[2], profesor de la Universidad de New Orleans, en una entrevista brindada al Centro de Estudio para la Democracia (CESPAD), expresó que “Estados Unidos tiene una larga historia de promover políticas oficiales y clandestinas para proteger intereses económicos (beneficio económico de las bananeras) y estratégicos e ideológicos en los años ochenta, con el apoyo en armas y financiamiento a grupos paramilitares y militares y cuerpos de seguridad, han tenido un impacto profundo en la sociedad civil y el desarrollo humano de la región[3]”.

Antes de finalizar la Guerra Fría en Centroamérica se firmaron importantes tratados de paz y amistad que recogen en Esquipulas, Guatemala, el interés de tener un desarrollo económico y social, dejando atrás las guerras civiles en Nicaragua, El Salvador y la misma Guatemala, así como el uso ilegal de territorio hondureño y costarricense.

La paz parecía llegar a estos tres países, en Nicaragua, 1990, en El Salvador, 1992 y Guatemala en 1996. Al finalizar las guerras civiles en esos países, la pobreza, la desigualdad y falta de oportunidades se acrecentaron aún más, dando lugar a las primeras oleadas migratorias hacia Estados Unidos.

Luego del fin de la Guerra Fría y la desaparición del “fantasma del comunismo”, así como la firma de los procesos de paz, las políticas se redirigieron a otros temas que pasaron a ser de importancia para la agenda del poder y control de Estados Unidos sobre los países centroamericanos.

Entre los principales puntos impulsados por las diferentes administraciones estadounidenses tenemos algunos como la promoción de la democracia, el Estado de derecho y la gobernabilidad; el libre comercio, la defensa de los derechos humanos, además de planes para intentar detener a los miles de personas que migraban hacia Estados Unidos.

Es así como en la década de los noventa, Estados Unidos apoyó a los países mediante programas de asistencia financiera con ciertas restricciones, lo que le garantizó mantener una influencia decisiva en la región. Sin embargo, como dice Roberto Barrios: Estados Unidos falló al no invertir de una manera que ayudará a Centroamérica en su reconstrucción después de la Guerra fría”.

Migración, primer resultado negativo

El tema migratorio es el principal punto de interés de la agenda estadounidense desde hace ya varios años, a pesar de ser un tema recurrente desde los años setenta y ochenta por los conflictos militares en la zona, y en los años noventa con los programas de ajuste estructural de las economías del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, impulsadas por medio del Consenso de Washington.

La imposición del Consenso de Washington y sus políticas neoliberales repercutieron negativamente en las menguadas economías centroamericanas. A través de esas políticas se financió y se impuso la reducción de los aparatos estatales, nuevas políticas fiscales y de gasto social restrictivas: el ingreso de inversiones extranjeras y la apertura de los mercados con el libre comercio. Barrios indicaba sobre el tema que: “bajo un marco neoliberal en el cual lo que importa es la replicación del capital a favor de compañías transnacionales y estadounidenses, las inversiones en bienestar social se han quedado atrás…”.

Pero también respondieron a otros intereses y es que, según Fred Judson, profesor de la Universidad de Alberta en un escrito para la UCA de El Salvador, los programas tenían como objetivos: «la estabilidad política en el traspatio de Estados Unidos por la reestructuración de la hegemonía después de los retos revolucionarios, hasta «la detención de la democracia» para defender unos sistemas sumamente rentables, sistemas de explotación y orden político…[4].

Por ello se considera que la migración sería el principal producto negativo de décadas de intervención estadounidense en la región, y que se ha dado luego de la estela de pobreza y desigualdad en la región con la militarización y el apoyo a las élites corruptas.

La migración es un tema multidimensional que no se puede abordar y comprender sin tomar en cuenta los grandes rezagos en las sociedades del triángulo norte, en temas económicos, sociales, políticos, falta de seguridad y acceso a condiciones básicas para vivir. A grandes rasgos, estos temas se convirtieron en algunas de las razones que impulsan la migración, con grandes dificultades para encontrársele soluciones duraderas que ataquen directamente los problemas que la generan.

Al ser un problema que abarca tantas dimensiones, es uno de los más complejos y complicados de contener, ya que representa una válvula de escape para miles de centroamericanos que se han visto afectados por la falta de gobernabilidad democrática, la falta de seguridad, las violaciones constantes a los derechos humanos y libertades, además de la falta de oportunidades económicas.

Elizabeth Oglesby, profesora del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Arizona decía que: “… es conocida la situación en la que viven muchos de estos países, pero lo que muchas veces no tenemos en cuenta es cómo Estados Unidos contribuyó a crear la situación de la que escapan muchas de esas personas…[5]«.

Estados Unidos, ante este tema, ha respondido con “ayudas económicas” a países salpicados por una vertiginosa corrupción y blindados por altos grados de impunidad que han generado que esa cooperación económica no llegue donde se necesita realmente y, por ende, no se hayan creado los programas necesarios para disminuir los problemas económicos, políticos, sociales y de inseguridad que tienen las naciones del triángulo norte.

Finalmente, la consecución de los objetivos estadounidenses se han logrado por medio del apoyo de los actores clave como las élites corruptas que apoyan sus metas económicas (grandes empresas y beneficios fiscales), de seguridad (maximización del poderío militar) y política exterior (el interés nacional de los países centroamericanos está alineado al estadounidense). Estas élites obtienen, a cambio, el control del Estado para seguir gobernando, sin importar que sean regímenes ilegítimos, ineficientes, ilegales e inconstitucionales. Asimismo, obtienen el control de las economías nacionales para su propio beneficio, lo que ha incidido en la obtención de porcentajes mínimos de crecimiento.

Es por ello que, sin duda alguna, “el apoyo estadounidense a las élites ha servido para perpetuar la desigualdad y pobreza y ha ayudado a profundizarla.[6]…”. Y por eso es que se considera, en diversos niveles de las sociedades, que las ayudas, la cooperación y los planes de inversión no han estado a la altura del daño histórico que se creó en las sociedades centroamericanas con mayor énfasis en Guatemala, El Salvador y Honduras.

Referencias

[1] Caravana de migrantes: ¿qué rol ha tenido Estados Unidos en la violencia, la pobreza y la falta de oportunidades que padecen Honduras, Guatemala y El Salvador? BBC mundo, 24 de marzo de 2018.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-45973286

[2] Entrevista a Roberto Barrios, catedra Doris Zemurray de Estudios Latinoamericanos y Profesor

del Departamento de Antropología y Sociología de la Universidad de Nueva Orleans. Realizada vía correo electrónico realizada el día 9 de julio de 2021.

[3] Ibid 2.

[4] Fred Judson “El ajuste y las agendas nacionales centroamericanas”. UCA, El Salvador. Mayo de 1998. http://www2.uca.edu.sv/publica/eca/597art2.html

[5] Caravana de migrantes: ¿qué rol ha tenido Estados Unidos en la violencia, la pobreza y la falta de oportunidades que padecen Honduras, Guatemala y El Salvador? BBC mundo, 24 de marzo de 2018.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-45973286

[6] Entrevista a Roberto Barrios, catedra Doris Zemurray de Estudios Latinoamericanos y Profesor

del Departamento de Antropología y Sociología de la Universidad de Nueva Orleans. Realizada vía correo electrónico realizada el día 9 de julio de 2021.