Análisis | El Coronavirus en Honduras: ¿Hasta dónde aguantará la sociedad un proceso prolongado de aislamiento social?

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Jorge Cabrera / REUTERS

Escrito por Bladimir López, analista del CESPAD

21 de marzo, 2020

En uno de sus últimos libros el físico teórico Stephen Hawking[1], trató de responder a diez (10) preguntas que están determinando el futuro de la humanidad. En lo personal, la pregunta que más me atrapó fue la número siete (7): ¿Sobreviviremos en la tierra? Antes de responder a la pregunta, Hawking argumentó que nuestro mundo es hoy más inestable políticamente y socialmente que en cualquier otro momento de la historia y que todo pasa por el hecho de que las personas se sienten abandonadas económicamente y socialmente.

Volviendo a la pregunta de Hawking, con lucidez y sencillez respondió que los humanos podemos sobrevivir en la tierra si somos capaces de reinventar utópicamente el futuro. El coronavirus tiene una particularidad y es haber puesto en evidencia (no en cuestión) la actual crisis civilizatoria por la cual atraviesa la humanidad, una crisis que obliga a reinventar ese futuro que reclama Hawking y vuelve a poner en el debate el fin de las sociedades, tal y como las conocimos en el siglo XIX y XX.

Por eso no es extraño que en Europa y en muchos países de América Latina, líderes políticos y sociales, académicos e intelectuales estén politizando la actual crisis alrededor de una serie de temas: los límites de la globalización neoliberal, capitalismo y cambio climático, precarización de la vida humana, distanciamiento entre la política y ciencia, el miedo y las emociones, entre otros. En definitiva, todo un movimiento que tendrá implicaciones en el campo político y científico una vez que salgamos de la actual pandemia planetaria.

En el caso de Honduras, ¿por qué empezar haciendo referencia a la pregunta de Hawking? Precisamente porque una de las principales preguntas que las y los hondureños nos hacemos en este momento es la siguiente: ¿Saldremos vivos y vivas de la actual pandemia? Y alrededor de esa pregunta hemos empezado a repolitizar esa crisis de abandono económico y social, la vida cotidiana y porque no decir la misma existencia de la gente en la sociedad, en conclusión, la vida como motivación política-existencial nunca había estado tan presente en las inquietudes individuales de la gente.

Esa pregunta nos lleva a plantearnos por lo menos tres preguntas adicionales: ¿Hasta dónde nos está llevando la irresponsabilidad organizada de la élite política? ¿Qué nuevos problemas sociales está dejando al descubierto la pandemia del Coronavirus en Honduras? ¿Qué vendrá después del aislamiento social?

En este análisis trataremos de dar respuesta a la primera pregunta y nos enfocaremos en tres (3) puntos de análisis: El riesgo y la irresponsabilidad organizada en tiempos de Coronavirus, la gestión de la crisis de manera autoritaria y por último el desarrollo de tres posibles escenarios a manifestarse en las dos (2) próximas semanas.

  1. El Coronavirus y la irresponsabilidad organizada de la élite política hondureña

 A. La seguridad política y social como una “cuestión de individuos” y no una “cuestión de gobiernos”

A pesar de la incertidumbre que tiene en vilo al mundo y la ausencia de salidas reales a la actual crisis, en la comunidad política y científica existen tres consensos compartidos: la crisis no la resolverá el cuerpo médico, la crisis hay que gestionarla y enfrentarla democráticamente y lo peor vendrá cuando pase el actual proceso de aislamiento social.

En nuestra sociedad fracturada producto del fracaso de las políticas neoliberales y el consiguiente aumento de las desigualdades y exclusión social, la actual pandemia no solo retrata el colapso de nuestro sistema de salud pública y seguridad social, sino que también retrata la manera autoritaria e irresponsable en que las élites políticas gestionan las crisis.

Decía Ulrich Beck[2], que la actual etapa de la humanidad se puede caracterizar como una sociedad de riesgo, una sociedad que no está asegurada, ni puede estarlo porque los peligros que acechan son incuantificables, incontrolables e indeterminables. En conclusión, en la sociedad del riesgo nadie se hace responsable de nada y los costos de las decisiones políticas y económicas son dejadas a la suerte, y lanzadas a la sociedad para que los ciudadanos sean los gestores y en su defecto se responsabilicen de las crisis que generan y que son incapaces de gestionar los gobiernos nacionales.

De ahí la importancia del tema de la irresponsabilidad organizada, en donde los gobiernos nacionales incapaces de gestionar la crisis debido al triunfo del pensamiento único neoliberal (preeminencia de la economía sobre la política y la consideración del mercado como único medio para la asignación eficaz de recursos), no cuenten con las herramientas técnicas y administrativas para la previsión y control de las consecuencias futuras de las acciones humanas.

¿Qué significa eso en tiempos de coronavirus? Significa que la seguridad política y social sigue siendo una “cuestión de individuos” y no una “cuestión de gobiernos”, y de ahí la idea que las acciones para gestionar el riesgo del coronavirus en el caso de Honduras tengan dos consecuencias graves: desaparecimiento de los elementos sociales del riesgo y la seguridad sanitaria y social se transforma en una seguridad puramente técnica.

B. Gestión de la crisis a la manera conservadora y autoritaria

En Honduras el Coronavirus ha puesto en evidencia la irresponsabilidad organizada de la élite política, al menos en cuatro momentos: etapa inicial (23 de enero al 18 de febrero), etapa intermedia (19 de febrero al 1 de marzo), etapa de ascenso (2 de marzo al 12 de marzo) y etapa de expansión (13 de marzo al 20 de marzo).

En la primera etapa, se puso en marcha un plan de acción en dos direcciones: fortalecer la vigilancia epidemiológica en los principales aeropuertos y los puntos fronterizos del país y la difusión de una de una serie de medidas de prevención e higiene en la población. En esta etapa afloro la desorganización y la falta de coordinación entre las principales instituciones del Estado y un desinterés de la élite política en tratar la emergencia del Coronavirus, ya que sus esfuerzos estuvieron enfocados en seguirse blindando ante la corrupción y asegurar el mantenimiento de cuotas de poder en los próximos comicios electorales.

En la segunda etapa se puso en marcha toda una ofensiva legislativa en la aprobación de medidas para contrarrestar lo que ya era inevitable: la llegada del Coronavirus al país. Eso estuvo enfocado en fondos para campañas de sensibilización y la estabilización de venta de medicamentos, que si bien es cierto son medidas importantes, siguieron siendo tímidas y en su defecto iban dejando en relieve la incapacidad de la elite en responder con altura a la crisis que se avecinaba.

En la primera y segunda etapa quedó al descubierto la manera en que la élite política descuido en sus acciones los elementos sociales del riesgo. Eso tuvo implicaciones muy grandes: a) No se contó con un sistema eficiente de seguimiento y monitoreo de las personas que ingresaron al país provenientes de países de Europa y Asia, b) No se contó con un sistema comunitario de vigilancia para la detección temprana y rápida de posible gente infectada, c) No se cuantificó el costo social ni se estableció un plan de contingencia de atención para los sectores vulnerables y excluidos del país y, d) No se consolidaron redes solidas de coordinación y trabajo interinstitucional en aras de suavizar el costo social y humanitario del coronavirus.

Lo anterior es un problema político y tiene que ver la manera en cómo la élite política empezó a concebir la crisis para su posterior gestión. Desde la oposición política se empezó a decir que el país no estaba preparado para hacerle frente a la pandemia, sin embargo, es paradójico  que las propuestas de los partidos políticos de oposición (Partido LIBRE y Partido Liberal) se conocieron hasta el 18 de marzo, días después de que el Congreso Nacional decidió suspender las sesiones.

Es un hecho que el régimen ha gestionado la crisis, de una manera conservadora y autoritaria, y sin ninguna oposición. Las principales acciones que está adoptando el régimen son consensos entre las fuerzas de seguridad del Estado y la Empresa Privada, en un momento de “terror nacional” en el que se necesitan los esfuerzos de los distintos sectores del país (academia, intelectuales, expertos de la salud, políticos, grupos sociales de base, etcétera).

La tercera etapa fue crítica y la élite evidencio que no estaba preparada para hacerle frente a la avalancha del coronavirus. Todo estallo el doce (12) de marzo cuando se detectaron los dos primeros casos de Coronavirus (turistas hondureños que en la semana del 4 habían entrado por el Aeropuerto). El accionar de la élite siguió el mismo patrón de las etapas anteriores y se evidencio con mayor claridad el estado de desprotección en la que se encontraba la sociedad hondureña: la denuncias y protestas del personal de hospitales ante los escases de utensilios y la retirada de personal médico en los principales hospitales del país.

Por último, la cuarta etapa (en la que nos encontramos actualmente), la élite puso en evidencia sus prácticas corruptas y autoritarias. Por un lado, aprobó  la Ley Especial de Aceleración Económica, que si bien es cierto a todas luces vislumbra un destino sombrío y despilfarro de los recursos públicos, también evidencia la manera en que el Estado en tiempos de crisis corre a salvar a la gran empresa y, por otro lado, decretó un toque de queda con sabor a aislamiento social y militarización bajo el lema “quédate en casa”, lo cual en el corto plazo se puede convertir en un “tanque de presión política y social” desde los sectores excluidos hacia el régimen.

Esta etapa tiene características particulares que en el fondo demuestran entre otras cosas: a) Ocultamiento de información sobre los casos de contagio y expansión de nuevos casos de contagio, b) El fallo de la estrategia de atención ciudadana ante la crisis en el abastecimiento de alimentos, los centros de abastecimiento de la clase media con todas las medidas sanitarias mientras que los centros de abastecimiento populares con poco control sanitario, c) La reactivación económica enfocada para la mediana y grande empresa dejando en el olvido a la población del sector informal que viven el día a día, d) La ausencia de una estrategia de asistencia especial de abastecimiento alimentario y sanitario para sectores excluidos (población sin casa, sin trabajo, madres solteras, etcétera) y, e) La ausencia o en el caso optimista, falta de claridad en la actual política de prevención.

En ese marco podemos sostener que las medidas de mitigación del riesgo han sido meramente “técnicas” y a pesar de que se invirtieron millones de lempiras en la compra de equipo especializado, que según los expertos no es el adecuado para atender los actuales casos, la población hondureña, en su mayoría excluida y vulnerable, sigue sin recibir los beneficios económicos y sociales que prometió el Estado para palear la actual crisis de seguridad pública.

En conclusión, la reflexión que debemos de problematizar, no es, si con las medidas adecuadas hubiéramos evitado la entrada del coronavirus al país, sino, hasta donde las medidas que se están aplicando ayudan hacerle frente a la actual pandemia. Hasta ahora, y a pesar de la irresponsabilidad organizada de la élite política, la crisis (hasta el 20 de marzo) está siendo relativamente controlada, pero la experiencia europea nos dice que la fase crítica se presenta entre la segunda y tercera semana, y hay expertos que plantean la idea que experimentaremos una segunda ola de Coronavirus una vez levantado el actual aislamiento social.

C. Posibles escenarios a desarrollarse en las dos próximas semanas

Considerando que estamos entrando a una etapa crítica de contagio y crecimiento exponencial en las dos próximas semanas (23 de marzo al 6 de abril) se pueden suscitar los siguientes escenarios:

Primero, crecimiento exponencial del contagio. Sin duda un escenario desfavorable y con altas probabilidades de que ocurra debido la ausencia de una política consistente de prevención. Esto implicaría una mayor prolongación del actual aislamiento social, deterioro mayor de la economía de pequeña escala de los sectores vulnerables y presión desde la empresa privada por las pérdidas millonarias. Y una pregunta clave en este escenario: ¿Hasta dónde aguantará la sociedad hondureña un proceso prolongado de aislamiento social?

Segundo, complicaciones de los estados de salud de las personas contagiadas y su posterior muerte. Sin duda sería un escenario crítico. El desenlace de este escenario implicaría una mayor incertidumbre y miedo en la población y probablemente una mayor acumulación de descontento social con el régimen. Una pregunta clave en este escenario es: ¿Son suficientes los actuales esfuerzos médicos y acciones de prevención para preservar la vida de la gente contagiada y no contagiada?

Tercero, estancamiento y/o ritmo menos acelerado del crecimiento exponencial del contagio. Sin duda un escenario favorable y con baja probabilidad de que ocurra, debido a la gestión que se le está dando a la actual crisis y las tendencias propias de la pandemia. Pero este escenario en el fondo indica que, si el régimen cambia la actual estrategia de prevención y mitigación, podría aspirarse a un crecimiento menos acelerado del crecimiento exponencial del contagio. Lo anterior sería posible si en el seno de la sociedad los diferentes actores sociales y políticos  dejan atrás sus diferencias y conflictos, abriendo un espacio para la gestión democrática de la crisis. La pregunta de fondo es: ¿Será capaz el régimen de desprenderse de su autoritarismo y llamar a una gran concertación política y social contra la pandemia del Coronavirus?

Descargar: Análisis8 – CESPAD

[1] Hawking, Stephen. Breves respuestas a las grandes preguntas. Editorial Critica, Barcelona, España 2018.

[2] Beck, Urlich. La sociedad del riesgo, hacia una nueva modernidad. Editorial Paidós, Buenos Aires, Argentina 2002.