Bono Vida Mejor: el retrato del llano asistencialismo femenino del gobierno

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¿Se puede salir de la pobreza con 500, 800 o tres mil lempiras al año? ¿Puede una persona convertirse en emprendedor con un bono asistencial? Los relatos son congruentes, evidencian situaciones y desmitifican muchas más que se han tejido alrededor de una de las más férreas políticas asistencialistas del actual gobierno en Honduras: el Bono Vida Mejor.

El Programa Vida Mejor (PVM), para la pasada y actual administración gubernamental, expresa el piso de asistencia social no contributiva, que tiene como objetivo fomentar la acumulación de capital humano en las familias en situación de pobreza extrema. El Programa agrupa 10 subprogramas y de estos, el que capta la mayor cantidad de recursos financieros en Honduras, es el Bono Vida Mejor (BVM).

Foto: presidencia.gob.hn

El gobierno promueve el BVM como un programa que, con el estipendio que les entrega a las y los beneficiarios, ha logrado contribuir a rehacerles sus vidas, o dicho de otra manera, a salir de la pobreza. Sin embargo, consultarles a las propias beneficiarias logra evidenciar la gama de opiniones y de realidades detrás de la política asistencialista.

¿Se puede ser emprendedor/a y salir de la pobreza con el Bono Diez Mil?

Aunque oficialmente se conoce que el bono consiste en la entrega proporcional de 10 mil lempiras anuales (unos 420 dólares) que se distribuyen en entregas trimestrales a familias pobres y pobres extremas que cumplían con las corresponsabilidades de educación y salud, respectivamente. Con este programa se pretende favorecer a 400 mil familias en pobreza extrema, con una inversión total 2 mil 408. 12 millones de lempiras.

Sin embargo, según el testimonio de las beneficiarias, la teoría dista mucho de la realidad.  “El BVM no me ha ayudado a salir de la pobreza porque nadie sobrevive con un bono una vez al año de mil 500, 800 o tres mil lempiras (unos 20, 34 y 130 dólares, respectivamente) que sólo se da una vez al año”, sostuvo una de las mujeres consultadas, quien agregó que la cantidad que se les brinda depende del nivel de “compadrazgo”  entre ellas y  los administradores del bono, de la transparencia en su manejo y de la afinidad con el partido político que lo entrega.

¿Quién vive con eso, si todo está bien caro?, sostiene otra mujer favorecida con el bono. “Más bien ha venido a dividirnos y a generar conflictos entre las personas, que a las que sí se los dan y a otros que no”, dijo otra beneficiaria cuando se le consultó acerca de si el Bono le ayuda ha ayudado a trascender su condición de pobreza extrema.

El estudio intitulado “Programa Bono Vida Mejor: una valoración sobre sus alcances, desde la perspectiva de los derechos de las mujeres”, que se realizó con la supervisión del Centro de Estudios de la Mujer-Honduras (CEM-H), de la Organización Intibucana Las Hormigas y el Centro de Estudio para la Democracia (CESPAD), hace una profunda valoración del Bono y sus implicaciones en relación con la promoción que se hace de la erradicación de la pobreza entre sus beneficiarios.  (Vea investigación: http://cespad.org.hn/2018/06/26/bono-vida-mejor-un-programa-asistencialista-que-no-ha-sacado-de-la-pobreza-a-sus-beneficiarias-y-que-carece-de-una-politica-de-genero/).

Una de las primeras reflexiones que hicieron las participantes del estudio (mujeres beneficiarias y ex beneficiarias), a través de los grupos focales que se realizaron, es que no se les ha brindado ningún tipo de capacitación, financiera, económica o relacionada con derechos de las mujeres.

Foto: La Tribuna

El estudio evidenció que no hay ninguna experiencia dentro del Bono Vida Mejor que valide una inversión de dinero en capacitación para la mujer como tal. No se le está brindando a la mujer oportunidad de canalizar una mejor ayuda para ser atendida en áreas claves como salud y educación o en temas de interés estratégicos como la salud sexual y reproductiva, violencia doméstica, autonomía económica, liderazgo, empoderamiento, participación social.

Las participantes manifestaron no haber recibido ninguna capacitación relacionada directamente a estos temas. Una de las consultadas dijo: “Yo sí recibí el bono, pero la verdad que sólo fue una vez, y fue beneficiada mi hija para los útiles, pero en mí como persona, como mujer que soy, madre de mi hija, nada de beneficio, porque no me ajustó ni para negocio u orientación para cómo administrar el dinero, porque la verdad que es muy poco de dinero”.

Otra apuntó, “yo con el BVM, me ajustó para comprarles alimentación y transporte de mis hijos, uniformes y zapatos para que ellos puedan ir a la escuela. En capacitaciones no, porque no me rindió y el tiempo para esperar el otro que me saliera tardaba mucho”.

Las organizaciones promotoras de los derechos de las mujeres enfatizan que el programa BVM sigue promoviendo el circulo de gobierno asistencialista, sin una propuesta que supla las necesidades prácticas e intereses estratégicos de las mujeres.

“Este tipo de políticas públicas no son pensadas desde la visión de género, para tomar en cuenta las necesidades prácticas y estratégicas de las mujeres, tampoco los diversos tipos de violencia que pueden estar sobrellevando”, sostuvo Eva Sánchez, directora de la organización intibucana Las Hormigas.

La violencia invisible, detrás del Bono Diez Mil

Los grupos focales fueron escenario para evidenciar, por otro lado, la violencia que podría estarse entretejiendo en los hogares de las mujeres beneficiarias del bono. “Sé que en Choloma y aquí en Tegucigalpa hubo dos mujeres asesinadas cuando fueron a recoger el bono y eso está plasmado en el Informe Sombra de CEDAW”, afirmó una representante de las Organizaciones Promotoras de los Derechos de las Mujeres.

Al revisarse, el Informe Sombra CEDAW (CDM, Septiembre 2016) documenta el caso en cuestión: una mujer fue víctima de su pareja al no querer entregar el dinero que recibió del bono. Esta situación, para las organizaciones consultadas, ratifica que esta política pública no contempló una planificación con enfoque de género.

El estudio ahondó con varias mujeres sobre los conflictos generados en sus familias, alrededor de la entrega del BVM. Otra comentó, “bueno, yo sí tuve problemas una vez con mi esposo, porque antes él era bien agresivo y me dijo que si el dinero lo obtenemos, él lo iba a administrar. Pero yo le dije que no; el dinero es de la niña y yo lo voy a administrar”,  así que sí tuve problemas”.

Otras expresaron no tener inconvenientes con sus parejas pero si con sus familiares, en parte porque en su mayoría las entrevistadas manifestaron ser madres solteras. “Pues en mi caso, me generó un poco de conflicto con mi mamá porque no encontraba con quien dejar a mis niñas y como era todo el día, como yo soy madre soltera y estoy consciente que si hubiera estado mi pareja, él no me hubiera ayudado”.

Para las organizaciones de feministas y mujeres organizadas, hace falta investigar más sobre la violencia que podría estarse generando con la entrega del Bono a las mujeres en sus hogares y de encontrarse que el problema es grave, es urgente adoptarse los correctivos necesarios.

Asimismo, sostiene Sánchez, “es urgente replantear una política que es básicamente asistencialista y evolucionar hacia una política que tome en cuenta las necesidades estratégicas porque solo así se podrá sacar de la pobreza a las miles de mujeres beneficiarias del bono y a aquellas que no lo son y que deberían estar dentro”.

Sánchez agrega que la protección social hacia las mujeres debe incorporar elementos que no sólo le brinden un esquema asistencialista y momentáneo de bienes y servicios materiales, sino que también le generen las oportunidades de desenvolverse en un contexto de participación activa y efectiva para la promoción de sus derechos humanos, de sus propias capacidades y la autodeterminación de garantizar su sostenimiento económico.