Nosotros, los niños y niñas de la pandemia, de Eta y de Iota

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Foto: Primera Hora

Por Claudia Mendoza
Periodista del CESPAD

La mayoría no tiene claro qué le depara como futuro. Piensan en lo inmediato y para ellos y ellas, es el anhelo de que sus padres y hermanitos vuelvan a la casa de dónde Eta e Iota los sacó hace algunos días. Conversar con los niños y niñas hondureños sobre lo que enfrentan desde hace meses con la pandemia y ahora con quienes sufrieron los embates de los huracanes Eta e Iota es dramático, triste y desesperanzador.

Alexis Avilés andaba descalzo, vestía una camiseta blanca, curtida por el lodo, y unos shorts que alguna vez fueron café oscuro. La mirada de este niño de 11 años de edad irradiaba una tristeza que se constató cuando dijo: “me siento muy mal porque mientras otros están durmiendo en su casa, nosotros aquí preocupados. Así que le pedimos a todos a los que no les pasó esto del Eta, que nos ayuden”.

Alexis vivía en las casas que estaban en la parte baja del Sector Chamelecón, en el norte del país. Él, junto a su familia y miles de familias más, corrió para huir del agua que en cuestión de segundos inundó la zona. “No sabíamos para dónde ir, solo vimos que todos se quedaron aquí, debajo de este puente y nosotros también nos quedamos”, rememora porque de esa forma fue como lograron salvar sus vidas del embate del huracán Eta.

Alexis Avilés tiene apenas 11 años de edad. Su vida gira alrededor de la preocupación de que su familia perdió su casa con el paso de los huracanes Eta e Iota. Foto de Marvin Valladares.

¿Cómo ves el futuro para tu familia y para vos? No lo sé, dijo rápidamente. “Lo que quiero es que me ayuden porque mi familia está ya preocupada porque no tiene dónde dormir y ellos no tienen un cuarto que puedan alquilar”, agregó. Alexis lleva meses sin asistir a clases. Su familia es muy pobre y contar con una computadora, una tableta o, en el mejor de los casos, pagar internet en un teléfono celular era algo inalcanzable. De esa forma, concluir el quinto grado se convirtió en un imposible. Ahora, regresar a la escuela dejará de ser prioridad, quién sabe hasta cuándo.

¡Mi mamá me soltó por agarrar a mi hermanito!

A Selvin Franco lo encontramos tirado sobre pedazos de plásticos y cartón, junto a su familia, en una calle del bulevar que conecta a La Lima con El Progreso, Yoro. Al platicar con él, lo que tiene a flor de piel son los recuerdos de la madrugada del 7 de noviembre. “Íbamos saliendo por el portón y mi mamá iba caminando en medio del agua y por agarrar a mi otro hermanito me soltó y me agarré del portón del vecino y un vecino le ayudó a mi mamá a cargarme”, dice al hablar del día en el que salió con el agua hasta el cuello, luego de que su casa en la colonia Planeta, de La Lima, se inundara.

Hasta marzo del 2020, Selvin, de 7 años de edad, asistía a la escuela de su colonia. Continuó en las clases con mucha dificultad con la llegada de la pandemia del Covid-19 al país. Sus padres Carlos Franco y Nohemy Portillo son muy pobres, vendían golosinas en una esquina del parque central de San Pedro Sula para mantener a Selvin y a sus dos hermanitas. Costearse un celular, pero sobre todo el internet diario para las clases y tareas de sus hijos era muy difícil antes del paso de los huracanes Eta e Iota. Ahora, la familia Franco no piensa en la educación de sus hijos, lo único que quieren es recuperar la casita y el techo que los dos fenómenos naturales les dejaron bajo el agua, sedimentos y los restos de lo que una vez fueron sus enseres domésticos. Darles de comer, vestir a sus hijos y si se puede darles medicinas cuando se enfermen, se vuelve prioridad número uno. La educación, por ahora, pasa a un segundo y quizás a un tercer plano.

Selvin, junto a sus padres Carlos Franco y Nohemy Portillo, cuando pernoctaban a orillas de una calle, luego de que Eta e Iota los dejara sin hogar. Foto de Marvin Valladares.

Las preocupantes cifras de la niñez hondureña

Para Wilmer Vásquez, Director de la Coordinadora de Instituciones Privadas Pro las Niñas, Niños, Jóvenes, Adolescentes y sus Derechos (COIPRODEN), lo que viven los niños y niñas de Honduras es un acumulativo, una deuda histórica que ha tenido el Estado con la niñez, a pesar de las recomendaciones de los organismos internacionales de defensa de derechos de la niñez.

“En este momento, en el marco de la pandemia, el Estado, que ha cercenado los recursos públicos, debería garantizar la implementación de políticas públicas y satisfacer las necesidades de la niñez”, cuestiona el entrevistado.

Vásquez dice que más de un millón de niños y niñas, entre 5 y 17 años, hasta el mes de octubre del 2020, estaban fuera del Sistema Educativo de Honduras y de ese monto se  estima que al menos 700 mil niños y niñas están trabajando a lo largo y ancho del territorio nacional.

Gabriel Cruz tiene 16 años de edad y es uno de esos niños que se han tenido que sumar a los trabajos de sus padres. “Yo no estudio desde que llegó la pandemia por varias cosas, porque no había pisto para el internet y celulares. Si a veces uno quería ir a la escuela, pero no teníamos comida y ahora que es por computadora o celular es mucho peor”, dice, mientras cuelgan de sus hombros varias bolsas de tomates y patastes que vende en los alrededores de la iglesia Los Dolores, en el Barrio Abajo de Tegucigalpa.

“Están asumiendo responsabilidades que les corresponden a los adultos, pero se ven obligados a contribuir al sustento por la falta de oportunidades de las familias; no tienen ingreso, un empleo, un salario, vivienda, acceso a tierra”, agrega Vásquez.

Gabriel Cruz tiene 16 años de edad y ha tenido que dejar de asistir a la escuela desde la pandemia, porque tuvo que sumarse al trabajo de su madre, debido a la pobreza extrema que viven. Foto de Marvin Valladares.

Pero si los datos que da el Director de COIPRODEN sobre la pandemia, la deserción escolar y el trabajo infantil son preocupantes, más lamentable resulta conocer que más de 1.5 millones de niños y niñas están en riesgo por el impacto de la Tormenta Tropical ETA en Honduras, según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).

“Más de 1.5 millones de niños están quedando expuestos a los daños ocasionados por las inundaciones provocadas por la Tormenta Tropical ETA”, decía este ente internacional, el pasado 5 de noviembre, días antes de que Iota impactara sobre los desastres que dejó Eta a su paso.

Pero, luego de que el segundo fenómeno natural causara estragos en Honduras, UNICEF calculó que un total de 1.8 millones de personas han sido afectadas por los huracanes y que de ese dato, se estima que 540,000 son niños, niñas y adolescentes.

¡Una niñez en cuidados intensivos!

Sin duda alguna, la niñez es la principal víctima de las consecuencias de la pandemia de COVID-19 y ahora de los embates de los huracanes Eta e Iota. Lo preocupante, dicen los expertos, es que jamás ha habido un plan de atención puntual a este segmento poblacional, o política pública alguna con presupuesto independiente y suficiente.

Si antes de la pandemia, en Honduras “todavía morían niños y niñas por desnutrición, por falta de una alimentación adecuada, ahora con el coronavirus, las familias tienen más problemas para acceder a alimentos suficientes por falta de empleo o ahorros”, agregó Vásquez.

Wilmer Vásquez, director de COIPRODEN. Foto tomada de Proceso.hn.

Y la situación empeoró con Eta e Iota. UNICEF sigue diciendo que en siete países centroamericanos, los huracanes afectaron a alrededor de 4,6 millones de personas, entre ellos 1,8 millones de niños. «Pensamos que el huracán Eta fue malo, pero el huracán Iota puede terminar siendo aún peor para los niños, niñas y adolescentes en Centroamérica», dijo Bernt Aasen, Director Regional a.i. de UNICEF para América Latina y el Caribe, en un comunicado.

Pero, mientras se sigue discutiendo, cuestionando o intentando fraguarse planes y presupuestos para ayudar a las comunidades que aún no salen de la crisis provocada por el paso de los huracanes, a Estefany Carolina Franco (12), la hermanita mayor de Selvin, solo le interesa enviar un mensaje: “ahorita, así como estamos, necesitamos comida, necesitamos camas, necesitamos alimentos. Si hay alguien de buen corazón que nos regale algo, se lo agradeceremos”.

Y así se moldea el panorama para la niñez en Honduras, entre la ausencia de prioridad por parte del Gobierno y Estado, la crisis provocada por la pandemia y ahora las consecuencias que dejarán los fenómenos climatológicos, entre estos el trauma psicológico por la terrible experiencia vivida. Por eso, hay quienes se atreven a advertir que la niñez hondureña está en cuidados intensivos.