19 de noviembre de 2020
Por Asís Castellanos, investigador del CESPAD.
El 14 de noviembre giro en los medios de comunicación hondureños la noticia sobre una llamada telefónica sostenida entre Juan Orlando Hernández y Benjamin Netanyahu en la que el primer ministro del Estado de Israel se comprometió en apoyar la reconstrucción de Honduras, en referencia al devastador impacto de la tormenta tropical Eta y los que Iota dejaría en su paso por el territorio nacional.
La relación entre los estados de Honduras e Israel progresivamente se ha intensificado durante la última década, sobre todo desde el primer periodo de Hernández, aunque esta relación tiene una historia, no mencionada por los medios de comunicación corporativos hondureños, que se remonta a la década de 1980. El Estado de Israel tiene una extensa y sangrienta historia de armar déspotas en países de África y América Latina, particularmente en Centroamérica. Por ello, la llamada de Netanyahu no es pues exactamente una expresión de “solidaridad”, como tuitió Hernández, es un pacto que debería preocupar en términos de derechos humanos.
El Primer Ministro Netanyahu, en su segundo período como ministro, ha estado al mando del Estado de Israel por más de once años consecutivos, así es el ministro que más tiempo ha estado en ese cargo en Israel. También es el primero en el ejercicio del cargo de ser acusado, actualmente en juicio por casos de soborno, fraude y abuso de confianza que deriva generalmente de abuso de autoridad, hasta otorgar favores para, entre otros asuntos, recibir cobertura mediática favorable de parte de medios de comunicación israelíes.
En su país de un poco más de nueve millones de habitantes, con más de un millón de ciudadanos y ciudadanas desempleadas, ahora por más de cinco meses, decenas de miles de israelíes, en este caso un sector mayoritariamente privilegiado, han salido a las calles a denunciar a Netanyahu por casos de corrupción, por su desastrosa gestión de la pandemia del coronavirus y por su megalomanía—consistente en hacer lo que sea para evadir el juicio que tiene encima, reportó The Intercept. Con las obvias diferencias entre Israel y Honduras, ese contexto guarda similitudes con el contexto político en el cual se encuentra Hernández.
Si bien no fue el primero, hay que destacar que Hernández promovió un acuerdo de seguridad, firmado el 20 de agosto de 2016, con fuertes beneficios armamentístico para las Fuerzas Armadas hondureñas. El acuerdo establece que Israel suministrará armas y entrenamiento al ejército hondureño. Esto en el fondo tuvo el propósito de fortalecer las capacidades de represión y vigilancia del régimen de Hernández, en un país donde la mayoría del crimen es cometido por las mismas fuerzas de seguridad, acompañado por un altísimo nivel de impunidad, situación reportada por organizaciones de Derechos Humanos en 2014 que ha cambiado poco o nada a la fecha.
Igual de relevante es recordar que los vínculos de Hernández hacia Israel son muy cercanos, y como Presidente del Estado de Honduras, no hay registro previo de un vínculo tan cercano de los lazos impulsados por y durante los dos periodos presidenciales de Hernández. La cercanía de Hernández con Netanyahu ha convertido a Hernández en un fiel aliado (y agente no declarado) en la estrategia geopolítica israelí en América Latina, acciones que se expresan en el activismo de Hernández en organizar un bloque de países latinoamericanos aliados del Estado de Israel y en la misma cobertura mediática israelí en torno al papel de Hernández en este asunto.
Esta relación entre Honduras e Israel está también mediada por los Estados Unidos. Israel recibe más de 3 mil millones de dólares anuales en ayuda militar de EE.UU., cantidad en constante aumento. A cambio, Israel usa su poder militar para armar regímenes represivos y unidades de inteligencia de gobiernos afines a la política de seguridad internacional estadounidense. La ayuda Israelí a Honduras es una continuación del patrón de ayuda de los EE.UU. que busca promover cambios de regímenes e inestabilidad política en países de América Latina liderada por gobiernos progresistas, mientras mantienen las manos de EE.UU. limpias. Es más, la Red Judía Internacional Anti Zionista (IJAN, por sus siglas en inglés), reveló en un estudio en torno al papel represivo internacional de Israel en que los dineros productos de la venta de armas israelíes son empleados para profundizar la represión y el desplazamiento del pueblo palestino, desarrollando armas cada vez más letales en el proceso.
En ese ciclo de violencia, el Estado de Honduras, sin ninguna duda, al comprar armas del Estado de Israel se convierte en cómplice de la represión y despojo en pleno desarrollo sobre el pueblo palestino. Irónicamente, la comunidad de la élite árabe-palestina hondureña no se ha pronunciado abiertamente sobre la relación Honduras-Israel, a pesar del compromiso general de esta comunidad con la independencia y la autodeterminación de Palestina. Probablemente, su silencio se explica por razones relacionadas con asuntos de clase social e intereses financieros directos con el régimen de Hernández.
La relación político-militar y económica entre Honduras e Israel, que incluso se extiende al rubro de la tecnología aplicada a la agroindustria, nos recuerda la vigencia en el país de un régimen abiertamente antidemocrático—que se sustenta en el militarismo, la violencia, la impunidad y el fraude electoral—promovido por Hernández y compañía. Pero que sistemáticamente se ha nutrido, y que no pudo haber sido de otra forma, con la asistencia de Israel y EE.UU. en nombre de la “democracia”.