De Capitán del ejército a principal acusador de la administración Hernández

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Santos Orellana.

Por Alessandra Bueso
Periodista del CESPAD

Ni el hostigamiento diario, ni el sobrevuelo de helicópteros que irrumpen el silencio de su hogar, ni las amenazas por mensajes y llamadas que recibe, cambian la convicción del Capitán en retiro Santos Rodríguez Orellana. Él asegura que demostrará cómo las redes del narcotráfico penetraron la institucionalidad de las Fuerzas Armadas y del Gobierno de Honduras, una afirmación que por ahora lo mantiene enfrentando un juicio oral y público contra uno de los grandes del Gobierno, el Ministro de Defensa, Fredy Díaz Zelaya.

Se atrevió a acusar al hermano del presidente de Honduras

Desde el 21 de octubre del 2016, cuando fue dado de baja deshonrosa de las Fuerzas Armadas, su lucha se ha concentrado en denunciar toda la corrupción que desde las unidades militares se gestaron para facilitar el paso de la droga para ayudar a Juan Antonio Hernández Alvarado, «Tony Hernández», hermano del presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández. Orellana asegura que en ese entonces, se les ofrecía a él y a un oficial de la Fuerza Naval hasta un millón de dólares por permitir el aterrizaje de un helicóptero cargado de droga, cuando estuvo asignado en la mosquitia hondureña. Sus denuncias también develaron que era en el III Batallón de Infantería ubicado en Naco, Cortés, el lugar donde se entrenaba a los miembros de los grupos criminales para prepararse y realizar exitosamente sus operaciones en la narcoactividad.

Pero todo esto le llevó a una persecución. Contra él se emprendió una campaña, dice, porque, por ejemplo, el caso de Tony Hernández llegó hasta una Corte en el Distrito Sur de Nueva York, donde fue condenado y con él, los hilos del narcotráfico empezaron a descubrirse y develar que altas figuras del país están vinculadas, que son parte del operar de la criminalidad organizada y que eso ahora lo expone frente a una justicia que asegura, no es ciega.

Denuncias que la pasan la factura

Sin embargo, sus comparecencias públicas y denuncias que vinculan a altos funcionarios, policías y militares, ahora le pasan la factura a Santos Orellana. A finales del mes de agosto, el Secretario de Defensa Nacional, Fredy Díaz Zelaya, interpuso una querella en contra del militar en situación de retiro por nombrarlo en reiteradas ocasiones, en medios de comunicación, como una de las personas que conocía y conoce sobre la narcoactividad dentro de la estructura militar de Honduras.

«No han formalizado todavía la acusación para determinar cuándo será el juicio oral y público. Es difícil enfrentar la justicia porque prácticamente estamos en indefensión total, pero a esto nos enfrentamos por decirle la verdad al pueblo», dice el entrevistado sobre su caso, el que se encuentra en los tribunales de sentencia.

En este proceso judicial, el Capitán Orellana sabe que se enfrenta a un juego en el cual toca grandes intereses; hay de por medio jugadas políticas y cualquier situación puede pasar, incluso perder la vida. Él se imagina varios escenarios: más campañas de desprestigio, ir preso o que sicarios le maten. Pero no claudicará porque refiere que tiene toda la información en sus manos es para demostrar cómo se usaron las unidades militares y personal de las Fuerzas Armadas para actividades del narcotráfico.

Por todo eso responderá, dice. «Tenemos toda la información de todo lo que se ha ventilado. Hay pruebas, informes, fotografías, hay evidencia de los hallazgos de las aeronaves y los equipos. Así que es información que en su momento se presentará”. Como todo ser humano dice que siente temor porque sabe a qué se enfrenta junto a Jennifer Bonilla, su esposa y abogada defensora. “Estamos seguros y confiados en la justicia divina, en Dios, que es nuestra fortaleza», afirma el exmilitar.

Fredy Díaz, Ministro de Defensa de Honduras.

Santos Orellana está convencido que dentro de la institución castrense hondureña, hay muchos más militares activos que no están de acuerdo con la forma en cómo el actual gobierno y los altos mandos de la milicia, han llevado al país, particularmente en temas relacionados con narcotráfico y corrupción. Por eso afirma que tiene a otros uniformados que le apoyan y le comparten información, la que en su momento presentará para demostrar que más allá de una calumnia, lo que se ha dicho a lo largo de estos cuatro años, es la radiografía real de lo que en el país se ha gestado con el narcotráfico instaurado en la institucionalidad.

El operar

Los recientes hechos, en los que se conoció de una avioneta que fue incautada en Honduras, asegurada por la Oficina Administradora de Bienes Incautados (OABI) y que apareció accidentada en Bogotá, Colombia, son para el Capitán Orellana solo el indicio de las viejas prácticas que se han utilizado en el país desde años atrás. «No es la primera ocasión que esto ocurre; en el 2010, lo mismo sucedió cuando una avioneta en la base aérea de La Lima, fue sustraída y después no se encontró. Por eso no es de extrañar que esta avioneta apareciera en Colombia. Si se pregunta a los entes de Gobierno no darán respuesta alguna, porque no quieren dar respuesta al pueblo hondureño».

Por ese tipo de denuncias, así como por la colusión de funcionarios en el funcionamiento y operación de las redes de narcotráfico, contó el ex militar al CESPAD, es que él se expuso y se le sacó de la institución castrense. «Son las cosas que molestan y por las que ahora nos persiguen».

La revelación de cómo se tejen las estructuras criminales también llevó a que se ejecutaran las muertes del Zar Antidrogas, Julián Arístides Gonzáles en el 2009, a Alfredo Landaverde en el 2011, a Bertha Cáceres en 2016 y a otras figuras clave que lucharon por develar la realidad en el país, sostiene. «Esto es de lo poco que nos damos cuenta, pero son muchos  los que han muerto, han sido asesinado, han desaparecido y la explicación siempre es la misma, ajuste de cuentas o drogas. Es difícil luchar en un país con este tipo de garantías».

Se siente tranquilo

La mayor preocupación que irrumpe el sueño del Capitán en retiro es cuando piensa en su esposa e hijos. Sabe que se enfrenta a todo un sistema. Una lucha al estilo David contra Goliat. Pero dice que está preparado para lo que se pueda venir con el próximo juicio contra Diaz. «Hay que enfrentar esta situación, estar con Dios es la única forma de sobrevivir, porque sabemos todo lo que hay atrás de todo este aparato criminal».

El estar en el “ojo del huracán” es estar cada día en un reto para vencer los obstáculos, para prepararse mentalmente y enfrentar el sinnúmero de amenazas que le llegan tanto a él como a su familia. «No sé cuál es el miedo; soy un ciudadano común y corriente, soy un hondureño más, pero me hostigan. Son los mensajes que llegan de aquellos que me quieren atemorizar y sé que estoy solo porque ni los organismos de Derechos Humanos hacen algo para protegerme».

Santos Rodríguez Orellana, junto a su esposa y apoderada legal, Jennifer Bonilla.

Aún así, pese a que sabe que la lucha es difícil, la fuerza llega, dice, y la toma cuando también le llegan mensajes de apoyo del pueblo, expresiones de aliento y esperanza para que siga luchando y evidenciando toda la corrupción que se ha gestado para destruir el país. «El apoyo del pueblo hondureño es lo más bonito en esta historia, es lo que nos da el coraje para no desmayar, es lo que nos mantiene con vida y comprendemos cuál es la realidad que estamos viviendo. Honduras no  tiene autoridades ni instituciones», afirma.

En el fondo, Orellana no pierde la esperanza de que la institución en la que se formó, las Fuerzas Armadas, de un giro y se convierta en la institución para la que fue creada: para el servicio del pueblo. Espera que cambie el rol de «empresa de seguridad privada» que adoptó con fuerza, durante los últimos tres gobiernos, por la institución que vele por la integridad territorial del país.

En medio del escenario tenso y crispado que tiene Honduras, Santos Rodríguez Orellana asegura que sólo ha dicho la verdad. Sabe que va en condiciones de desigualdad al juicio que enfrenta con el Secretario de Defensa, pero dice que no deja de soñar que un nuevo rumbo para el país sí es posible. «Esa red de criminales debe desarticularse. Por eso pido que nos unamos, es el momento de demostrar que sí podemos cambiar la historia del país», concluye.