Por Claudia Mendoza, periodista y analista del CESPAD
Parte I de II
El 10 de mayo del 2020 será “el día de Las Madres” que Doña María Irene Martínez jamás olvidará. Ese día ella fue testigo de cómo la vida de su hija, la Clase II de Policía, Dinora Azucena Martínez, se apagó entre sus brazos. Pero a más de un mes de la muerte de esta mujer se cierne un velo de misterio y su familia y conocidos se preguntan: ¿realmente murió luego de haberse contagiado de coronavirus?
Los cuatro días de agonía de la mujer policía
Pese al toque de queda, la aldea de Flores se preparaba a hacer gala de su nombre y “enflorar”, como dicen los aldeanos, a las madres que yacen en el cementerio de la comunidad. “Como era día de la madre, nosotros estábamos en el cementerio; había unas 40 personas y allá nos fueron a decir de su muerte; hasta tiramos las flores y nos fuimos corriendo para nuestras casas”. Y es que la noticia de que Dinora estaba enferma y “grave” porque tenía coronavirus, corrió como “pólvora” y generó alerta y temor entre las autoridades de la aldea, las que prohibieron a las personas salir de sus casas.
Dinora Martínez era oriunda de esta comunidad, perteneciente al municipio de la Villa San Antonio, departamento de Comayagua, centro de Honduras. Pero en su condición de Policía estaba asignada al Municipio de Pimienta, Cortés. Por eso al estar de “franco”, como le denominan en el argot policial a sus días libres, se iba a su aldea, a la casa de Doña María, su ancianita madre de 76 años de edad, quien cuida de sus dos hijos de 14 y 10.
“Eran como las 10 de la mañana cuando la vi llegar y me sorprendí porque sus días libres eran los viernes, pero era jueves”, dice la septuagenaria refiriéndose al 7 de mayo, día en el que Dinora regresó a su pueblo, mientras agrega, “cuando vino ella dijo, yo me siento mal, con calentura”.
Doña María nunca supo con precisión cómo o quién llevó a su hija desde Cortés hasta Comayagua. Solo recuerda que se alegró mucho ya que, al día siguiente, el viernes 8, Dinora amaneció mucho mejor pero que entrada la tarde comenzó de nuevo con los cuadros de fiebre. El sábado 9 la situación empeoró. Dinora no dejaba de temblar por la calentura. Por eso se tomó la decisión de medicarla en casa hasta que llegó el domingo 10. “Yo asustada y cuando ella se despierta convulsionando y digo a llamar y llamar y nadie. Yo llamé al 911; llamé a una de esas ambulancias y fíjese que nada”, narró la acongojada madre, mientras un nudo en la garganta la obligó a guardar silencio.
Fue entonces cuando decidió pedir auxilio a las autoridades municipales, “y los encargados del área de Salud de la Alcaldía se comunicaron con la Regional de Salud en Comayagua. También llamamos al 911 y allí nunca contestaron”, rememora el alcalde de la Villa de San Antonio, Néstor Mendoza.
Fue Cristhy Melissa Amador Torres, la doctora encargada de la Asistencia de la Emergencia Covid19 en el municipio, quien auxilió personalmente a Dinora. “Empecé a moverme y llegué tipo 11 de la mañana a donde la paciente. Cuando la miro, está totalmente inconsciente y está en una hamaca y está con la mamá, auxiliada por la mamá, que le está echando aire”.
Mientras tanto, la ayuda desde la cabecera departamental, Comayagua, jamás llegó. “Les dijeron que iban a mandar una cuadrilla; eso fue como a las 10 de la mañana del domingo, pero a la 1 y 46 de la tarde, devolvieron la llamada para decir que no había carro. Fue cuando llamé a COPECO de Comayagua y de allí nos dijeron que iban a mandar a alguien”, agrega Mendoza.
Pero el tiempo apremiaba al igual que las convulsiones de Dinora, quien yacía en su casa, prendida en fiebre. Por eso, en la aldea se coordinó trasladar a la mujer en la “paila” de un vehículo pick up hasta el hospital público Santa Teresa, en Comayagua. Un día muy triste, dice Ana María Velásquez, cuñada de Dinora y quien pese al miedo que llevaba en su interior por la posibilidad de contagiarse de Coronavirus, se subió al carro y llevó a la convaleciente mujer hasta el centro asistencial. “Ella iba cerquita de mí; ella sentada en la paila; por un momento se agarró de mi pie”, recuerda.
Dinora fue ingresada al hospital público de la ciudad, mientras, en las afueras, angustiada, Ana esperaba noticias: “dos veces salieron a decirme que ella estaba estable y me alegré. Pero antes de las 6 de la tarde me dicen, ¿usted es familiar de Dinora Azucena Martínez? Ella está muy mal”.
Sin embargo, Ana dice que, por su seguro médico, la mujer fue llevada a un hospital privado donde murió cerca de las 7 de la noche. “La tenés que ir a enterrar rápido a Comayagua”, le dijo un médico que salió del interior del hospital. Minutos después, el mismo doctor le refutó, “te la voy a entregar y hacé con ella lo que querrás”.
El lunes 11 de mayo en la aldea no hubo campanas, no hubo misas, no hubo rezos ni nadie que acompañara a Dinora. Los ojos asustadizos de quienes asomaban sus narices por las rendijas de las puertas y ventanas de las casas, fueron testigos de cómo aquella mujer de 37 años pasó en el interior de un carro fúnebre, custodiado por una patrulla policial hasta el cementerio de la aldea, donde hoy descansan sus restos.
¡Aquí nadie se contagió de coronavirus!
Aunque tiene 76 años de edad, Doña María es una mujer muy fuerte. Pocas veces se quebró su voz mientras me narró lo que vivió los últimos 4 días que tuvo a su hija con vida. “Allí vamos, pidiéndole a Dios”, dice.
Esta ancianita añora a Dinora, a quien ve en el rostro de los dos nietos que le dejó: Etly Jonathan de 17 años de edad y Jessica Mabel de 10. “La extraño; no sé qué decirle de ella ¿qué extraño de ella?, todo”, dice el jovencito, mientras cuenta lo difícil que han sido estas semanas para la familia al sobrellevar la ausencia de su madre y el estigma que les dejó el coronavirus.
Y es que después del fatídico lunes 11, la zona de la aldea donde vive esta familia se cerró. Las autoridades ordenaron que al perímetro que alberga a unas 50 familias, nadie entrara ni nadie saliera porque todos entraban en cuarentena.
Sin embargo, sorprendentemente en el hogar de Dinora nadie dio positivo a las pruebas que se les hicieron luego de conocerse del presunto contagio de la mujer policía. “Yo estuve lidiándola, limpiándola y nada. Yo la sobaba, le daba tés y nada”, dice doña María, quien desde el inicio de nuestra conversación insistió en decir: “ella lo que presentó fueron síntomas de dengue porque le pegó frio. Cuando vino me dijo, mis compañeros están enfermos, que tienen dengue”.
Etly también está convencido de que su madre no murió de Coronavirus “porque los tres, mamita, mi hermana y yo la estuvimos tocando y salimos negativos”, dice mientras es contundente al decir, “me gustaría saber de qué murió de verdad”.
El nombre de Dinora apareció en la lista de personas fallecidas por Coronavirus, en el comunicado que emitió el Sistema Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres (SINAGER), el 12 de mayo. A los familiares se les entregó, hasta en la última semana de mayo, el acta de defunción. Sin embargo, dice: Sospechosa de Covid19.
Actualmente la aldea no registra ningún caso de coronavirus ya que entre las familias que entraron en cuarentena tampoco se registró contagio alguno. Para la ex directora de Medicina Forense de Honduras, Julissa Villanueva, existen dos hipótesis fuertes en torno a la muerte de Dinora. “Si ella es Covid positiva y sus familiares tomaron las medidas preventivas para no contagiarse, medidas de bioseguridad, etc., es una probabilidad que por eso ellos no hayan contraído el virus. La otra probabilidad es que no lo haya tenido y no se haya documentado adecuadamente, porque nadie tiene el resultado del PCR. Y es probable que ella haya fallecido por una enfermedad que no se ha investigado y que está enmascarada en esta desgraciada epidemia. Es decir, que no se le haya dado una adecuada atención médica, en el momento justo. Y que el cuadro convulsivo haya desatado una enfermedad que tenía y que no recibió atención”.
Las inconsistencias en la muerte de Dinora
Hay muchas preguntas que surgen alrededor de la muerte de esta mujer policía. “Ella salió con fin de semana el día jueves, tengo entendido, no presentaba ningún síntoma, pero manifiestan los compañeros que se estaba auto-medicando, ya que parece que se sentía mal ella, pero no reportó a nadie”, dice el vocero de la Policía Nacional, Jair Meza, al ser consultado.
En el pueblo donde nació Dinora, nadie se explica porque los compañeros o los jefes inmediatos de Dinora, en la sede policial donde estaba asignada, no intervinieron. “Aparentemente tenía fiebre, pero ella salió con fin de semana y se fue a su casa donde, posteriormente, se agrava y es llevada a un centro asistencial donde muere”, sigue diciendo Meza, quien confirma que ya se tenía conocimiento del estado de salud de la joven y que, pese a ello, se le permitió salir “de franco” de la institución policial.
Para Villanueva, el caso de Dinora refleja, en primer lugar, la pobre atención que ha habido por parte de las autoridades de la Policía en el manejo de este caso. Más preocupante, cuestiona que, en Honduras, quienes tienen en sus manos el manejo de la pandemia, continúen improvisando. “Se refleja la negligencia con la que se está manejando este tema. Ella aparentemente presentó un paro respiratorio fulminante que no recibió la atención adecuada y presentó un cuadro convulsivo que es peor, y la mata. Aquí definitivamente no está la prueba de PCR”, dice, al referirse al acta de defunción de Dinora en la que, como se señala atrás, solo dice “sospechosa de Covid”.
“Aquí no hay ninguna confirmación al respecto y esta muchacha no recibió el tratamiento médico oportuno. Se están basando mucho en suponer que todas las personas están muriendo por Covid y las meten en “el saco” de que todas las personas son sospechosas y así no se investiga absolutamente nada”, agrega.
El caso de Dinora abre la puerta a un tema muy delicado: las falencias, la negligencia y la incapacidad con la que se estarían diagnosticando muchas de las muertes de hondureños en el marco de la Pandemia.
¿Se están enterrando personas que mueren por otras patologías que no es Coronavirus?, ¿es negligencia, incapacidad o desidia gubernamental? De ese tema les invitamos a leer en una segunda entrega.