El rostro humano de CREDIMUJER

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No es dinero regalado lo que piden, sino créditos o préstamos para hacer producir la tierra, para instalar una panadería, producir y transformar alimentos, una pulpería o algún tipo de negocio que les ayude a ellas y a sus familias a salir de la pobreza. Es la vigencia de CREDIMUJER, la que decenas de mujeres rurales aglutinadas en organizaciones y plataformas continúan demandando.

Han pasado 3 años desde que se aprobó el Programa Nacional de Crédito Solidario para la Mujer Rural «CREDIMUJER”, y su vigencia aún es promesa incumplida, al igual que la estipulación de 30 millones de lempiras dentro del presupuesto 2018, para el inicio de su funcionamiento.

De CREDIMUJER depende el acceso a préstamos que, de acuerdo con estimaciones de las organizaciones impulsoras de la iniciativa,  podría beneficiar a más de 500 mil mujeres en el territorio nacional.

6 de cada 10 mujeres en las zonas rurales viven en condiciones de pobreza

Algunas estimaciones revelan que 8 de cada 10 mujeres en Honduras no tienen tierra propia para sembrarla. La mayoría de las mujeres del campo trabajan alquilando parcelas o trabajando por jornadas para terratenientes. Mientras que, por otro lado, 6 de cada 10 mujeres en zonas rurales viven bajo condiciones de pobreza.

Pese a que el Programa de Crédito Solidario cuenta con un presupuesto establecido en la Ley y de que las organizaciones de mujeres  han realizado hasta la fecha, intensas reuniones de los representantes del gobierno actual, todo ha sido en vano.

Las mujeres se han visto obligadas a protestar de diversas maneras para evidenciar sus realidades. Muchas de ellas viven en el área rural, en pobreza y pobreza extrema, intentando sobrevivir junto a sus familias.

“No hay de qué echar mano. Se come salteado porque si hay para un tiempo de comida, no hay para otro”, dijeron las campesinas en una de tantas protestas hechas, en la que  exigieron que el actual gobierno haga efectiva la asignación de los 105 millones de lempiras que se les ha estado prometiendo desde hace dos años, pues desde el mes de septiembre del 2015 se aprobó la ley que dio vida CREDIMUJER.

Algunas realidades de las mujeres rurales se plasman a continuación.

“Necesitamos 30 mil lempiras para cada base, eso es todo”

Catalina Flores viajó desde el municipio de El Paraíso, en el oriente del país. Ella forma parte de una diversidad de grupos de mujeres campesinas aglutinadas en las que llaman “bases”. Tienen 27 bases y en cada una hay de 15 a 18 mujeres. Catalina dice que para trabajar la tierra cada base ocupa un estimado de 30 mil lempiras, una cantidad que podría ser baja, afirma, pero que les ayudaría para comenzar.

Catalina y otras mujeres de 12 municipios de El Paraíso, dijeron presente al plantón que realizaron en la parte frontal de la Secretaría de Finanzas, para demandar celeridad en la inclusión de los fondos con los que operará CREDIMUJER, dentro del presupuesto general del Estado. Están convencidas de que aviesamente se les están negando los fondos, pues saben que para otros rubros, el gobierno sí tiene disponibilidad.

“¡Queremos trabajar la tierra, por eso necesitamos dinero”

Carmen Interiano llegó desde Nueva Celilac, departamento de Santa Bárbara. En esta zona, ella junto a decenas de mujeres más, están aglutinadas en cooperativas. Algunas trabajan sobre la tierra de sus maridos, mientras que otras la alquilan a quienes la poseen en demasía.

“Estamos organizadas, pero necesitamos de un crédito para trabajar o tener iniciativas económicas propias”, dice.

Para Carmen, lo que el país necesita es volver la vista al campo y facilitar a las y los campesinos sembrar la tierra y llenarla de cultivos de maíz y frijoles. “Pero necesitamos insumos y tierra porque está en manos de pocos y esos pocos son hombres. Necesitamos que este gobierno nos apoye dándonos tierra y crédito para trabajar, a las mujeres”.

“Nuestras familias mueren en la pobreza, por eso ocupamos los fondos”

María Santos es de pocas palabras, pero cuando habló dijo lo necesario: “nosotras necesitamos dinero para las milpas, para hacer iniciativas”.

Esta mujer viajó desde el municipio de San José, departamento de La Paz, zona en donde una 40 mujeres se han organizado y sumado a la lucha para que el gobierno desembolse los fondos que les prometieron para CREDIMUJER.

“Somos 40 mujeres y entre todas es una cosa poquita la que necesitamos, pues por cada una, para que siembre la tierra, necesitamos unos 5 mil lempiras”, afirma. Ese dinero, agrega, lo ocuparán por cabeza de familia, para invertir en la compra de fertilizantes que abonen la siembra de maíz y frijoles.

Como la mayoría del grupo, ella está molesta y preocupada ante la falta de voluntad del gobierno en asignar los fondos para CREDIMUJER y que estos a la vez, se trasladen a los grupos de mujeres como al que pertenece ella. “Es poco lo que ocupamos”, cerró diciendo.

“La desnutrición y el hambre están matando lentamente nuestra gente”

De otro extremo del país, concretamente del departamento de Olancho, Esperanza Cardona, Coordinadora de la Comisión Política de Mueres de la Vía Campesina, lamenta que para otros rubros haya facilidad de créditos, pero a las mujeres campesinas se les siga negando.

“La desnutrición y el hambre nos están matando lentamente”, afirma. Estos gobiernos solo defienden los intereses de la burguesía. A nosotras se nos aprobó un decreto en papel mojado, pues dos años ya y no se hace efectivo que nos den los fondos para nuestros créditos”, agrega.

¡Ocupamos financiamiento para salir adelante!

Quizás porque es campesina y está acostumbrada a trabajar debajo del inclemente sol, que haberse parado durante horas, frente a la Secretaría de Finanzas, no tuvo mayor complicación para Orfilia López, una sexagenaria oriunda del departamento de El Paraíso.

Orfilia es una mujer humilde y sencilla, y allí la encontramos, sentada con su maleta de mano en espera de una respuesta por parte de las autoridades de la SEFIN. A ratos gritaba, a ratos se sentaba, pero allí estaba, incólume en la lucha que dice, seguirán acuerpando hasta lograr el objetivo.

“Nosotras sembramos frijoles, milpas y sembramos hortalizas. Tenemos 140 mujeres organizadas en una cooperativa en la que a cada quien se le asigna un trabajo; ocupamos financiamiento para salir adelante”, sostuvo.

“Solo pedimos que nos ayuden a despegar”

A pesar de su corta edad, Angélica Maradiaga decidió sumarse a la manifestación. Se colocó su sombrero y la encontramos gritando junto a las decenas de mujeres que de diversas zonas del país llegaron a demandar los fondos de CREDIMUJER.

Angélica es de Ojojona, Municipio de Francisco Morazán. Asegura que han hecho cálculos en el grupo de mujeres al que pertenece y requieren de unos diez mil lempiras para retomar la siembra de la tierra y cultivar maíz y frijoles.

Angélica es muy pobre; sus padres dependen de lo que ella trabaja, por eso le preocupa la tardanza en la que ha incurrido el gobierno para otorgarle los 105 millones de lempiras a CREDIMUJER.

“Sólo pedimos que nos ayuden a despegar”, dice, al tiempo que resiente que a las mujeres del campo se les tenga en el abandono. “A otros sectores se les facilita crédito de forma fácil y no entendemos porque tanto tardan en darnos a nosotras”, finalizó diciendo.