Análisis | Los tres desafíos estratégicos de la coalición de las fuerzas de oposición de Honduras

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Foto: La Tribuna. Tomado de: https://www.latribuna.hn/2021/10/14/salvador-nasralla-y-xiomara-castro-sellan-alianza-de-cara-a-elecciones-2/

Escrito por: Bladimir López Sánchez, analista del CESPAD

En este análisis se plantean algunos de los retos estratégicos que enfrenta la coalición opositora, más allá del tema exclusivamente electoral, porque se trata de valorarla en sentido político y estratégico: la disputa del poder con una élite política corrupta que en la última década ha secuestrado al Estado de Honduras para promover y resguardar sus intereses y, la toma del poder para impulsar la creación de un nuevo modelo de democracia que reconozca/garantice el pleno goce de los derechos humanos de la población hondureña.

El anuncio de la coalición a nivel presidencial, entre el partido Libertad y Refundación (LIBRE), el partido Salvador de Honduras (PSH) y el partido Innovación y Unidad (PINU), ha sido un movimiento táctico y coyuntural de gran importancia para las fuerzas de la oposición política partidaria, que en gran medida ha sorprendido al Partido Nacional (PN). Este acontecimiento permite avanzar en un proceso de articulación partidaria importante para hacerle frente, de manera estratégica, al poder electoral del partido nacional, y para unir esfuerzos en la lucha contra el autoritarismo político y militar que representa el actual partido en el gobierno.

En una encuesta realizada por el Centro de Estudio para la Democracia (CESPAD), en octubre del 2021, se midió la intención de voto posterior al anuncio de la coalición a nivel presidencial:  Tito Asfura 21% y Xiomara Castro 38%. Si los datos anteriores persisten, a menos de 30 días de las elecciones generales, la coalición obtendría un triunfo contundente ante al candidato del Partido Nacional (PN). Es decir, que nos encontramos ante una coalición con grandes posibilidades de salir triunfante en los comicios electorales de noviembre del 2021.

En esa dirección, la coalición a nivel presidencial marca un antes y un después en la actual coyuntura electoral, ya que la sociedad hondureña se encuentra ante dos personalidades políticas (Xiomara Castro y Salvador Nasralla) que, por su tipo de liderazgo y trayectoria política y personal, gozan de gran simpatía entre los sectores populares, las clases medias y los sectores empresariales de centro derecha y centro izquierda. De igual forma, se está frente a dos personalidades que en sus carreras políticas han trazado como objetivo derrotar el bipartidismo, un mérito que no solamente le corresponde al expresidente Manuel Zelaya.

La actual coalición es diferente al proceso de articulación partidaria que se abrió en la coyuntura electoral del 2017, por algunos puntos de fondo.

Primero, el tema de los actores. La actual coalición cuenta con la simpatía de sectores empresariales que abiertamente han atacado al PN por su naturaleza corrupta y autoritaria, se han declarado en contra de las ZEDE y han cuestionado de forma pública, los vínculos de un sector de la élite en el poder con el crimen organizado y el narcotráfico.

Segundo, el alcance local. La coalición se ha logrado sellar a nivel de corporaciones municipales, con la clara intención de disputarle el poder local al partido de gobierno.

Tercera, elevada crisis de legitimidad y hegemonía del régimen de Juan Orlando Hernández. Tal como se plantea en el último informe de Latinobarómetro, titulado “Adiós a Macondo”, la aprobación del gobierno ha caído a su punto más bajo (2017:47% y 2020:18%) porque apenas el 36% de la población considera que existen garantías civiles y políticas, un 32% considera que existen garantías sociales y económicas y, solamente un 13% de la población confía en el presidente.

Xiomara Castro, con un discurso progresista, ha atacado de frente a la élite política, cultural y económica, promotora y legitimadora del golpe de Estado del 2009. Salvador Nasralla, con un discurso populista de centro derecha, ha atacado directamente la corrupción y el autoritarismo de la élite política del poder, la que también vincula con el crimen organizado y el narcotráfico. Sin embargo, es importante mencionar que las fronteras ideológicas entre ambos representantes de la coalición opositora son grandes, por eso es importante analizarlo en función de los proyectos políticos que ambos promueven.

A Xiomara Castro, en el imaginario colectivo ideológico, podría considerársele socialmente progresista, ya que promueve un discurso centrado en la democratización política y social desde abajo. Ese posicionamiento le ha valido para que el PN la etiquete promotora del chavismo y por consiguiente del comunismo y de ideologías fracasadas como la del Socialismo del Siglo 21. Lo anterior, si se analiza en perspectiva electoral, es una campaña de desprestigio, desinformación y de odio político, sin ninguna veracidad teórica y científica.

Partiendo del plan de gobierno de LIBRE, la impresión es que su apuesta de transformación se basa en un proyecto reformista. Lo que habría que analizar en materia de transiciones democráticas y cambios emancipatorios es, si este tipo de reformismo puede dar paso a un proceso de transición al Socialismo Democrático que plantea LIBRE, tal como ha sido expuesto por Heinz Stefan en su libro “El socialismo de siglo 21”, el que analiza las transiciones democráticas y cambios emancipatorios en Venezuela, Ecuador y Bolivia a inicios del Siglo 21.

El reformismo de LIBRE no implica que en el mediano y largo plazo (si logra ser gobierno), no opte por un viraje más a la izquierda. Ese viraje, como lo demuestra la experiencia Latinoamérica, dependerá, en gran medida, de la dinámica y las apuestas estratégicas de los movimientos sociales, populares y territoriales, y de la capacidad de LIBRE de plantear un nuevo modelo económico a los sectores empresariales que históricamente se han mostrado temerosos a los cambios políticos y profundos en el país.

Salvador Nasralla, por su lado, no tiene un discurso progresista (políticamente y socialmente), y tampoco le apuesta a los cambios estructurales. Su proyecto y discurso político parecen acercarse al populismo de derecha, el que se caracteriza por un liderazgo personalizado, la centralización política, la reivindicación de la idea de democracia, a la vez que desconoce derechos de actores subalternos (comunidades feministas y comunidades de las diversidades sexuales). Asimismo, promueve un tipo de “cambio nostálgico y romántico de regreso al pasado”, que desconoce los cambios culturales que ha experimentado la población hondureña en las últimas décadas, y reivindica la idea de Estado de Bienestar, liderado por los sectores empresariales.

Salvador Nasralla es políticamente relevante porque transmite la sensación de ser un político outsider: alguien que viene de afuera, incontaminado por los vicios de los partidos tradicionales, y que se ha visto forzado a participar en política debido a la indignación moral por el sufrimiento del pueblo y la traición de la élite en el poder. Tal y como ha sido ampliamente sistematizado, en el caso de la historia reciente de Latinoamérica, por María Casullo en su libro ¿Por qué funciona el populismo?, este tipo de liderazgo es movilizador de personas que no simpatizan con los partidos de izquierdas o de derechas, y de masas electorales indecisas.

Las divergencias ideológicas en perspectiva de transiciones democracias y cambios emancipatorios es importante considerarlas, porque como bien lo recuerda Enrique Dussel, en su libro, “20 tesis de política”, las fuerzas políticas que se disputan con los sectores dominantes el poder en el campo político electoral, deben realizar una acción política estratégica (influir en la simpatía de los (as) votantes), una acción política hegemónica (unificar propuestas de reivindicaciones sociales) y una acción política colectiva (construcción de un bloque histórico en el poder). Sin duda, la pregunta urgente para la coalición opositora es si existe claridad sobre estos niveles de acción política y de su importancia para avanzar estratégicamente en la democratización política y social, como punto de partida para sostener alianzas políticas de largo alcance y con bases sólidas que promuevan los cambios necesarios que demanda la sociedad.

Con esa mirada general, la coalición de oposición representa una posibilidad de cambio en un país políticamente fragmentado y socialmente desestructurado. La importancia histórica de la coalición, reside en poner en el centro del debate político-electoral, la idea que los cambios que necesita el país serán posibles si las fuerzas políticas y sociales confluyen en espacios comunes e interactúan de manera estratégica en la telaraña del campo político hondureño. El método para impulsar ese cambio, dependerá de la correlación política de la coalición en el nuevo Congreso Nacional (CN), y en las Alcaldías Municipales.

Es importante comprender los retos estratégicos de la APD, en función de los planteamientos y demandas que las organizaciones sociales han posicionado en el espacio público durante la última década, en los esfuerzos por abrir cauce a un proceso democratización social que ponga en el centro la construcción de un nuevo modelo de democracia y de sociedad. Como bien lo plantea David Held, en su libro “Modelos de Democracia”, un modelo que sea capaz de articular soberanía, autodeterminación y autonomía democrática. Es decir, la construcción de un nuevo modelo que se aleje de la visión de los modelos de democracia corporativos y tecnocráticos que han reducido el rol del Estado y han promovido la privatización de lo público.

En esa dirección, se plantean los siguientes retos estratégicos:

  1. Construcción de un programa mínimo para la democratización política y social.

Este programa mínimo puede partir de la inclusión de los siguientes elementos de fondo: i) Un Estado Democrático de Derecho que ponga en el centro la división de poderes, la desmilitarización de la sociedad y la seguridad pública; el combate estratégico a la corrupción, la creación de un nuevo circuito de instituciones de derechos humanos, la promoción de la democracia popular y comunitaria, entre otros. ii) Un pacto ecosocial para el combate a la pobreza que priorice las transiciones postextractivistas, que le haga frente de manera estratégica a las crisis climáticas y promueva el acceso y control de las comunidades a sus principales medios de vida: tierra, territorio, agua, bosque, playas y mares. iii) Un nuevo sistema de seguridad social que garantice el acceso a la salud y la educación pública, gratuita y de calidad, en beneficio de los sectores vulnerabilizados por las políticas racistas y patriarcales del neoliberalismo y, iv) El diseño de un modelo económico sustentable que priorice los derechos de las mujeres, los derechos de la naturaleza, que promueva una reforma fiscal y avance en la construcción de una nueva política laboral. En definitiva, un modelo económico centrado en la vida, la solidaridad, la justicia y la distribución equitativa de la riqueza.

  1. Delimitar un programa político de bancada de la oposición política

El programa político de bancada consiste en la construcción de un trabajo estratégico de la oposición política (más allá de la correlación de fuerzas en lo interno del Congreso Nacional), para avanzar en el diseño de políticas públicas incluyentes y democráticas. Un posible programa político de bancada de oposición podría delimitarse en los siguientes segmentos: la lucha anticorrupción (acceso a la información pública, pactos de impunidad), respeto de los derechos humanos y territoriales (redistribución de la tierra, cancelación de concesiones extractivistas, aborto por las tres causales, educación sexual), la democratización político-administrativa (descentralizar la institucionalidad pública y restarle poder al ejecutivo), la democratización social (derogar leyes que promueven la privatización de la salud y educación) y la democratización económica (reformas fiscales y derogación de leyes que promueven las exoneraciones fiscales al capital nacional e internacional).

Lo anterior requiere que en el seno de la oposición política se actúe en las siguientes direcciones:

– forjar el desarrollo de una política de alianza, capaz de incidir de manera estratégica en las comisiones del Congreso Nacional

– fortalecer el vínculo político con las organizaciones y movimientos sociales que promueven la creación de políticas públicas con enfoque de derechos

– promover iniciativas de Ley con amplio respaldo social y popular, y hacer uso de las vías institucionales y no institucionales para que el Estado adopte las medidas necesarias para agilizar las demandas de la sociedad hondureña.

  1. Articular acciones estratégicas con la oposición social y territorial

Este punto significa que los partidos políticos de oposición, deberán articular acciones estratégicas con la oposición social y territorial que lucha en contra de las políticas neoliberales y extractivitas. Este tipo de alianzas deberá respetar la autonomía y la agenda de las organizaciones sociales y territoriales.

Esa alianza significa delimitar la autonomía de la sociedad política (partidos políticos) y la sociedad civil (organizaciones sociales y territoriales), para establecer procesos de colaboración y coordinación estratégica. De igual forma, la delimitación de esa autonomía deberá poner en el centro del debate la tensa y compleja relación entre los partidos políticos y movimientos sociales, con el objetivo de evitar la fragmentación política que muchas veces bloquea la colaboración estratégica entre ambas sociedades.

Ambas sociedades tienen grandes retos en esa línea, pero el reto mayor lo tiene la oposición social y territorial. El principal desafío es la construcción de un programa mínimo de cambio y transformación democrática y la construcción de una política de alianza para la incidencia. En ese sentido, la articulación estratégica entre ambas sociedades es el punto de partida para avanzar en los importantes cambios estructurales que requiere la sociedad hondureña; disociar la colaboración entre ambas sociedades bloqueará significativamente la transformación democrática en Honduras.

No menos importante es la importancia de avanzar en una estrategia de coordinación y colaboración entre los sectores que mantienen un control hegemónico sobre la sociedad: iglesias, sectores empresariales, cámaras de comercio, entre otros. Lo anterior surge en un contexto de polarización política en temas claves para la democratización de la sociedad: acceso a tierra, extractivismo y medio ambiente, derechos sexuales y reproductivos; reforma fiscal, educación sexual, entre otros.

En conclusión, la estrategia política de la alianza de la oposición partidaria deberá comprender a los sectores de oposición y sectores conservadores, desde una mirada de transformación social de largo alcance, sostenible y equilibrada, con el objetivo de fundar un nuevo pacto social regulador del orden económico, político, social, cultural y ambiental de la sociedad.