Análisis | Las recientes elecciones primarias y la participación política de las mujeres: una mirada con perspectiva de género

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Foto: Proceso Digital

Ana Ortega,  doctora en Estudios Internacionales e Interculturales
Colaboración especial al CESPAD

Breve contexto de las elecciones primarias del 14 de marzo 2021.

Las recientes elecciones primarias, realizadas el 14 de marzo 2021, evidenciaron, una vez más, la continuidad de los procesos electorales fraudulentos y opacos que han caracterizado las llamadas “elecciones estilo Honduras”[1], típicas del periodo de dictaduras, vigentes a lo largo del periodo más largo de gobiernos civiles que comenzó en 1980 (interrumpido con el golpe de Estado del 2009) y extendidas con más y nuevas expresiones, a partir del mencionado golpe de Estado.

La desconfianza y el descontento con los procesos y resultados electorales se han incrementado en los últimos años, sobre todo a partir del golpe de Estado del 2009, en un contexto de mayor profundización de la captura del Estado y de la corrupción del liderazgo político que gobierna, el que  ha consolidado una alianza para el ejercicio del poder. En esa alianza convergen sectores políticos, empresariales, militares y religiosos, con una  estrategia que les ha permitido acelerar esa captura, en favor de sus intereses particulares.

Un breve análisis de sus prácticas y resultados los ubica como un poder predominante en Honduras; su consolidación actual no es una casualidad, sino más bien resultado de la dinámica política histórica del país, como se refleja en recientes estudios al respecto:

Esos poderes predominantes son objetos y sujetos del propio desarrollo socio-histórico, retroalimentándose y moldeándose en las asimetrías estructurales y el entorno de la democratización, y siendo protagonistas de las transiciones múltiples que dieron por resultado una democracia asimétrica y distorsionada[2]. 

Bajo esas condiciones, el grupo de poder que ha conducido la transición política que comenzó en 1980, lejos de avanzar hacia el fortalecimiento de la democracia, (después de haber creado una incipiente institucionalidad), se ha dedicado a boicotearla e instrumentalizarla, para garantizar la continuidad de su proyecto político y económico.

Con esa intención han hecho fracasar los esfuerzos por avanzar hacia las necesarias reformas electorales, las que son aceptadas en la retórica política hegemónica, pero que en la práctica son rechazas, manipuladas y tergiversadas de manera reiterada. En el año 2001, los partidos políticos firmaron sendos pactos con rimbombantes nombres: “Manifiesto de los partidos políticos al pueblo hondureño”, y unos días después, “Acuerdo nacional de transformación para el desarrollo humano en el siglo XXI”, en los que ya se contemplaban importantes reformas relacionadas con el fortalecimiento a los órganos electorales, regulación del financiamiento de los partidos y las campañas políticas, entre otras.

El Centro de Documentación de Honduras (CEDOH), después de un riguroso seguimiento daba cuenta de la imposibilidad de avanzar en dichas reformas:

La aprobación y posible discusión de las reformas en el seno del Congreso Nacional, ha mantenido inalterable su ritmo lento, caracterizado, además, por constantes dilaciones, prorrogas, plazos incumplidos y excusas disimiles para retardar la aprobación y eventual ratificación del programa reformista.[…] se advierte también una marcada tendencia a la manipulación clientelar de las reformas, negociando infinitamente sobre su contenido y alcances, deformando su naturaleza y convirtiéndolas en simples cartas de negociación y reparto de cuotas de privilegios y ventajas[3].

Una nítida expresión de esa práctica se ha observado en el Congreso Nacional, a través de la emisión de nuevas leyes, derogación o reforma de otras, necesarias para mantener la impunidad, el control y permanecer en el poder. En el ámbito electoral se ha observado durante la creación de los nuevos órganos electorales, las reiteradas dilaciones a la aprobación de la nueva Ley Electoral (debido a la falta de voluntad política para llegar a acuerdos sobre los aspectos sustantivos) y el retraso en la aprobación del presupuesto a los nuevos órganos electorales, entre otras expresiones de control.

Lo anterior, unido al rechazo por parte de las cúpulas de los partidos políticos de cualquier iniciativa del Consejo Nacional Electoral (CNE), que mínimamente ponga en riesgo el control de alguna de las etapas del proceso electoral, que hasta ahora han mantenido y que a juzgar por lo que pasó en las recientes elecciones primarias, se niegan a entregar.

No obstante, buena parte de la sociedad hondureña, cada cuatro años vuelve a ilusionarse con la idea que las elecciones son la panacea para superar todos los problemas del país, para luego desencantarse de nuevo con los resultados, que muestran una y otra vez que mientras persistan las mismas prácticas, los mismos actores e intereses, las mismas relaciones de poder y por supuesto la misma “democracia post golpe”, no habrá cambios.

Así hemos sobrevivido y así llegamos a las elecciones primarias del domingo 14 de marzo, y probablemente de igual manera llegaremos a las generales de noviembre 2021, si no es que pasa algo “extraordinario” y necesario, con efectos de ruptura en la forma de entender y ejercer la política, incluso, más allá de su dimensión electoral.

Los nuevos órganos electorales

La evidencia nos muestra que la posibilidad de organizar procesos electorales limpios, transparentes y confiables, pasa por la existencia de órganos electorales autónomos, independientes e imparciales.

En los países donde la institucionalidad electoral tiene esas características, aun cuando los resultados sean cerrados o se registren incidentes antes y durante el proceso, los partidos y la sociedad aceptan los resultados, se pueden dar cuestionamientos eventuales pero no deslegitiman los órganos electorales. Eso lo podemos observar en países como Uruguay, Chile y Costa Rica. Según Latinobarómetro 2018[4], Costa Rica muestra una confianza en el órgano electoral de 56, mientras en Honduras es de 18.

De lo anterior se deduce que una institucionalidad electoral sólida y efectiva es causa y, a la vez, efecto de una mayor democratización puesto que los órganos electorales no son una isla o una abstracción, no se fortalecen en el vacío, sino en una sociedad concreta, con cierta tradición democrática e instituciones sólidas que actúan como muro de contención frente a los riesgos de des-democratización. En Honduras esto no ha sido posible, el golpe de Estado del 2009 y lo ocurrido en las elecciones posteriores lo evidencian.

Pasadas las recientes elecciones, abundan los cuestionamientos al CNE por no haber podido organizar un proceso electoral confiable y transparente. Por ejemplo, se les responsabiliza por la falta de un sistema de transmisión de resultados electorales preliminares (TREP), una de las etapas del proceso en que se generó la mayor sospecha y escándalo de fraude en las elecciones del 2017[5].

Otro de los cuestionamientos recurrentes se hace a la incapacidad de generar reglas claras y de obligatorio cumplimiento para los tres partidos políticos en contienda, los que decidieron que siendo sus propias elecciones internas y primarias, el CNE no debía intervenir, aun y cuando son financiadas con presupuesto público, a un elevadísimo costo[6], y pese a la larga historia de fraudes electorales. Esta vez no fue la excepción, ahora se acusa al CNE de no haberles evitado sus propios fraudes. En fin… la lista de cuestionamientos al CNE es larga, generalmente enfocada en las consecuencias, pocas veces en las causas.

A juzgar por los cuestionamientos más frecuentes, tanto a los liderazgos políticos como a la mayoría de medios de comunicación, a buena parte de la sociedad hondureña le preocupa, de manera especial, la incertidumbre, el “desorden” y también cualquier atisbo de cambio, al punto que hubo expresiones de nostalgia sobre el pasado, obviando las históricas condiciones que han derivado en fraudes y violencia político electoral. Pero llegaban a acuerdos y las diferencias dicen que “no trascendían, se arreglaban entre ellos”, en alusión a que esta vez fueron públicas las divergencias en lo interno del CNE. Es probable que eso haya ocurrido debido a que por primera vez el órgano electoral está integrado mayoritariamente por mujeres, aun cuando pudieran haber otras causas, como por ejemplo, el paso de un control bipartidista a uno tripartito, el contexto político o las expectativas después de la crisis post electoral de las elecciones generales del 2017. Pero, para efectos de este análisis, enfocaré la dimensión de género en la dinámica del CNE.

La participación política de las mujeres en el CNE

Sin duda habrá muchas aristas y enfoques para analizar esta nueva crisis, diferentes miradas e intereses que no son ajenas al lugar de enunciación y a la diversidad de intereses que intervienen. Priorizo un enfoque de género, consciente de que a pesar que existe en toda actividad humana y de manera especial en la política, suele pasar inadvertido.

He priorizado esta dirección porque me parece que además de relevante, avanzar en el análisis con enfoque de género en toda actividad humana, es un desafío pendiente. Las teorías feministas han demostrado que la generalización que se hace de “lo masculino” en la dinámica social, como lo único existente y valido, ha empobrecido el conocimiento en general, y la ciencia política en especial, a la vez que ha distorsionado el ejercicio de la práctica política y de lo político en su dimensión ontológica[7].

La exclusión de las mujeres ha derivado en la construcción y reproducción de la política como un ámbito masculinizado, con características específicas marcadas por la exclusión de lo que se considera “natural” de las mujeres, esa construcción patriarcal de la política es universal y en América Latina, los esfuerzos de democratización siguen enfrentado el desafío de construir equidad de género:

Desde el enfoque de género, la gobernabilidad democrática latinoamericana no ha demostrado aún capacidad para responder a las necesidades de hombres y mujeres en un marco de equidad. El histórico contrato social que ha diferenciado los espacios de acción para hombres y mujeres, ha marginado a éstas últimas de la esfera pública. Su larga ausencia, y el dominio masculino del espacio público ha determinado que las agendas políticas sean consensuadas entre los propios hombres y construidas bajo su propia perspectiva de la realidad[8].

El mandato social es que las mujeres no deben transgredir la tradición política patriarcal. Aun sometiéndose a prueba y demostrando de manera permanente que tienen los mismos o mayores capacidades que los hombres, deben subordinarse a algún patriarcón[9] y al ejercicio masculinizado de la política.

Ese ejercicio masculinizado de la política privilegia, legitima y reproduce ciertas prácticas identificadas como inherentes a los hombres. Se trata de las mismas prácticas que han configurado la actual tergiversación de la política, caracterizada, entre otros rasgos, por la opacidad, concentración y discreción en el ejercicio del poder; la demagogia en la retórica política y la progresiva primacía de intereses personales, disfrazados e impuestos con una narrativa de “democracia”.

Desde esa construcción de la política y a través de la imposición de códigos propios de la masculinidad hegemónica se niega y ridiculiza las prácticas políticas permeadas, por lo que se considera femenino la expresión de emociones en el espacio público. Por tanto, cuando una mujer muestra sus emociones en el ámbito político se arriesga a ser descalificada, porque de acuerdo a esos códigos carece de “racionalidad”.

Eso es parte de lo que hemos observado en el desempeño del recién creado CNE, el hecho de que la presidencia es rotatoria por periodos de un año, nos ha permitido observar y analizar la dinámica de esta institución desde un enfoque de género.

Ha sido evidente el comportamiento de las dos consejeras mujeres en la titularidad, enfrentando las frecuentes crisis del CNE y a la vez las reacciones de sus pares, de algunos liderazgos políticos, de los medios de comunicación y de una parte de la sociedad hondureña.

Desde la creación del CNE y a medida que se acercaban las elecciones primaria, también se intensificó la crisis en su interior. Las expresiones de esa crisis han sido diversas; no se puede obviar que la integración de estos órganos con representantes de partidos es un elemento clave para explicar su desempeño, incluso resta legitimidad a iniciativas que podrían aportar confianza a los procesos electorales, pero no se han podido consensuar.

En esa ausencia de consensos internos es fácil ubicar el reflejo de los intereses de las cúpulas de los partidos políticos, ya sea boicoteando o tergiversando cualquier posibilidad de cambio en la administración electoral. Efectivamente, el CNE reproduce los intereses y la posición del partido que cada uno de los integrantes representa, pero en esa dinámica interna también han sido evidentes los comportamientos diferenciados por género.

Frente a las dificultades y crisis consecutivas del CNE, las dos mujeres concejeras han salido al paso, en un esfuerzo por resolverlas, muchas veces con vehementes llamamientos públicos y publicitando sus decisiones y sus problemas internos, lo cual ha evidenciado una forma de abordar la política distinta a la que la sociedad hondureña y sobre todo algunos líderes de los partidos políticos están acostumbrados, y que claramente no están dispuestos a tolerar.

Las reacciones no se han hecho esperar; las críticas a las consejeras han sido diversas, unas burdas y otras más elaboradas, palabras más, palabras menos, pero la mayoría denota el prejuicio patriarcal de que las mujeres carecen de criterio sólido y propio, que no están a la altura para tomar decisiones a este nivel y de tal importancia, que carecen de sentido de responsabilidad y que actúan con base en caprichos, en fin… la lista de epítetos es abundante, como abundante la cantidad de sugerencias, sobre todo de hombres, muchos de ellos ampliamente cuestionados, por diferentes motivos, pero que se siente plenamente autorizados para decir a las consejeras cómo deberían actuar y qué deberían hacer.

Diversos medios de comunicación reprodujeron y ampliaron las reacciones, mensajes, “consejos y advertencias” a las consejeras.

Somos un órgano colegiado y no deberíamos estar discutiendo estos temas en los medios de comunicación. Esto se tiene que debatir en las reuniones del pleno, que se suspendieron sin ninguna justificación, señaló el consejero Aguirre. En ese sentido, considera que es necesario que su par Moncada Godoy, tenga el compromiso patriótico para deponer cualquier capricho o intereses partidarios por el bien de Honduras, “a mí me tocó ser minoría y he sabido respetar las decisiones del pleno[10].

De igual manera, dirigentes de partidos políticos y diputados se expresaron “llamando al orden” a la Consejera Moncada, primero, y luego también a la Consejera Hall. Uno de los adjetivos calificativos más comunes en estas reacciones, ha sido el de acusar a las Consejeras de que sus decisiones se fundamentan en sus   “caprichos”[11].

Podría extenderme en ejemplos de violencia verbal por razones de género contra las dos consejeras del CNE, pero por razones de espacio lo dejo planteado para aprovechar la parte final en la búsqueda de las claves históricas de la política patriarcal que explican el comportamiento observado y, especialmente, el tipo de descalificación utilizado. En este punto surge la pregunta: ¿por qué es tan frecuente el cuestionamiento hacía las mujeres (en general, pero especialmente en la política), a las que se les acusa de actuar con base en “sus caprichos”?

Un breve recorrido histórico nos muestra que en el ejercicio de la política, en este caso de la política partidaria, como en muchos otros ámbitos del mundo de lo público, las mujeres han tenido que entrar a codazos, ejerciendo un derecho que, según la cultura política patriarcal, “ellos nos han concedido”. En realidad, si ahora las mujeres incursionan en la política es porque muchas mujeres antes, han luchado en contextos totalmente adversos, incluso a costa de su propia vida, como pasó con las mujeres asesinadas por la dictadura de Carias y el Partido Nacional, en las calles de San Pedro Sula, durante las movilizaciones de julio de 1944[12].

Las descalificaciones que ahora escuchamos contra las mujeres en la política no son distintas a las que los dirigentes políticos esgrimieron para impedir el sufragio femenino. La escritora Rina Villars nos recuerda que durante los debates sufragistas del siglo XX en Honduras, el argumento por excelencia fue que la mujer carecía de las capacidades y condiciones “naturales” para la política, y que no tenía la capacidad intelectual para involucrarse en una actividad eminentemente racional asignada a los hombres. Así lo reflejan citas textuales de diputados de la época:

La concesión del derecho al sufragio de la mujer significaría violentar la ley natural y científica de la división sexual del trabajo, como lo señalara el diputado Alberto Uclés: “La ciencia ha consagrado a la mujer para la iglesia y el hogar, y al hombre para el Estado”[13].

No faltó quien argumentara que la mujer “no tiene ideas fijas” y también estuvo presente el argumento de la “debilidad” de las mujeres. Es decir, que para los diputados de la época que se oponían a la participación de la mujer en la política, estas estaban en situación de inferioridad física e intelectual, y, por tanto, ellos devenían obligados a “protegerla”.

Siendo la responsabilidad la base del sufragio, afirmó el diputado Hernández, éste no “puede imponérsele a la mujer”, quien “tiene más sentimientos que reflexión”. La historia demuestra, concluyó, que “la mujer no está llamada al desempeño de las funciones políticas”[14]

Argumentaciones similares a estos abundan en diferentes momentos de la historia hondureña, en los que se han presentado posibilidades de cambio político. Los actuales pueden variar en la forma pero en lo sustantivo son similares y siempre con el mismo objetivo de impedir la efectiva participación política de las mujeres, utilizando diversas formas de discriminación.

La actual diputada del Congreso Nacional, Doris Gutiérrez, nos recuerda alguna de sus primeras experiencias en el Congreso Nacional: “El presidente del Congreso me negaba la palabra. Permitía que todos los diputados expusieran y siempre me dejaba con la mano arriba. Llegué a taparme la boca con un pañuelo en señal de protesta. Esas fotos se pueden ver en la prensa, y los comentarios giraron entre valentía y locura”[15].

Considerando que el patriarcado es un sistema universal, que asigna privilegios a los hombres sobre la base de menoscabar derechos a las mujeres, resulta interesante una ligera búsqueda (no exhaustiva) entre textos y autores universales de la ilustración europea y de la democracia liberal representativa, asumiendo que en el marco de la colonialidad del saber y de la democracia[16] es lo que reproducimos y hemos dado por válido.

Uno de los autores más reconocidos, es precisamente uno de los defensores más sólidos de la igualdad entre los hombres, tanto que considera la igualdad no solo legal sino también económica, como una condición de posibilidad para que la democracia representativa tenga sentido.

Paradójicamente, la defensa que hace de la igualdad para los hombres se sostiene sobre la desigualdad con respecto a las mujeres. Así, en el Emilio o la Educación, Rousseau dedica su libro quinto “Sofía o la mujer” a cómo deben ser tratadas y educadas las mujeres. Aquí aparece de manera reiterativa la idea de que la “emotividad y el capricho” son rasgos femeninos, argumento fundamental para sostener su propuesta de desigualdad y sometimiento de las mujeres a los hombres.

Por la misma causa que deben tener poca libertad, se extralimitan en el uso de la que les dejan; siendo extremadas en todo, se entregan a sus juegos con mayor arrebato todavía que los niños, y ése es el segundo de los inconvenientes que acabo de indicar. Los arrebatos deben ser aplacados, puesto que son la causa de muchos vicios propios de las mujeres, entre otros el capricho y las manías por las cuales hoy se ciega una mujer por un objeto que mañana no querrá ni mirar[17].

Una reflexión final.

La exclusión de las mujeres de la vida pública y específicamente de la política partidaria, aleja la política de la realidad y la empobrece. A la par, reproduce la injustica y la inequidad basada en género, sobre la que se sostienen otras injusticias e inequidades. Por tanto, el desafío de construir democracias paritarias y sociedades equitativas, pasa por despatriarcalizar la política, el Estado y la sociedad. En ese sentido, es clave dar cuenta de las diferencias de género y sus implicaciones en todas las dimensiones de la vida social, precisamente porque sobre esas diferencias, socialmente construidas, se sostiene la exclusión y discriminación hacia las mujeres, es decir, hacia la mitad de la humanidad.

Referencias

[1] La frase se refiere a los persistentes fraudes electorales que a lo largo de la historia han caracterizado las elecciones en Honduras, algunos historiadores atribuyen la frase al periodista estadounidense Bert Quint cuando se refirió a las elecciones de 1965, pero la frase ya se habría usado en las elecciones de 1956 ver detalle en: https://www.elheraldo.hn/alfrente/566483-209/las-elecciones-estilo-honduras-de-1965-y-la-farsa-electoral-de-1956

[2] Un excelente desarrollo de este tema se puede leer en: Waxenecker, Harald. Honduras: ¿Redes indebidas de poder, impunidad y enriquecimiento? -Un bosquejo de una realidad compleja- HEINRICH-BÖLL-STIFTUNG, Guatemala julio 2016. Pág. 9, disponible en: https://mx.boell.org/sites/default/files/honduras_21-07-2016_final.pdf, del mismo autor, también se recomienda: Redes de poder político económico en Honduras: un análisis post-golpe, disponible en: https://sv.boell.org/sites/default/files/2020-03/Redes%20en%20Honduras%20HW%202019.pdf

 

[3] Honduras: Sistema político, crisis y reformas, monitoreo desde la sociedad civil. CEDOH 2003, pág.26

[4] file:///C:/Users/aortega/Downloads/INFORME_2018_LATINOBAROMETRO.pdf , pág. 54.

[5] De acuerdo con el informe de la presidencia del CNE, 2019-2021, en las elecciones del 2017 el sistema de transmisión registró 640 caídas y sucesivos ataques de negación de servicios de transmisión a través del enlace de comunicación directa entre el centro de transmisión del TSE y el centro de datos del Partido LIBRE.

[6] FOSDEH. El Costo de la Democracia en Honduras. Descripción y sistematización de las propuestas de reforma electoral y realidades presupuestaria de la última década en Honduras (2010 – mayo 2020). Tegucigalpa, junio 2020, disponible en: https://fosdeh.com/wp-content/uploads/2020/08/2020_fosdeh_costo_de_la_democracia_hn.pdf

[7] En base a la distinción de Chantal Mouffe: “lo político en su nivel ontológico tiene que ver con el modo mismo en que se instituye la sociedad y la política en su nivel óntico se refiere al conjunto de prácticas de la política convencional […]. La autora considera que es la falta de comprensión de lo político en su dimensión ontológica lo que origina nuestra actual incapacidad para pensar de un modo político” detalle en: Mouffe, Chantal: En torno a lo político, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2011, pág. 16

[8] Tello Sánchez Flavia Mabel. La participación política de las mujeres en los gobiernos locales latinoamericanos: barreras y desafíos para una efectiva democracia de género. Americalatinagenera.org, julio 2009, pág. 8, disponible en: http://americalatinagenera.org/newsite/images/cdr-documents/publicaciones/participacion_mujeres_gob_locales_flavia_mabel_tello.pdf

[9] “Ningún patriarcón hará la revolución”, esta frase se le atribuye a Rita Segato, en el marco de las reflexiones sobre las relaciones entre capitalismo y patriarcado. Se escuchó como consigna en la manifestación del 8 de marzo de 2017 en Madrid, ver detalle en:  http://www.unsam.edu.ar/pensamientoincomodo/files/NINGUN-PATRIARCoN-HARa-LA-REVOLUCIoN.pdf

[10] PROCESO DIGITAL. Consejeros Aguirre y Nájera denuncian a Rixi Moncada por dilatar sesiones en el CNE, edición del 17 de febrero 2021, disponible en: https://proceso.hn/consejeros-aguirre-y-najera-denuncian-a-rixi-moncada-por-dilatar-sesiones-en-el-cne/

[11] Radio América. Ekónomo dice a Rixi que CNE no es su “hacienda particular” y debe dejar sus “caprichos”, edición del 19 de febrero 2021, disponible en: http://www.radioamerica.hn/ekonomo-a-rixi-moncada/

[12] Honduras Laboral. 6 DE JULIO DE 1944; Sangre del Pueblo bañó las calles de San Pedro Sula, publicado el 2 de abril 2008, disponible en : https://honduraslaboral.org/6-de-julio-de-1944-sangre-del-pueblo-bano-las-call/

[13] Villars, Rina. Para la casa más que para el mundo: Sufragismo y Feminismo en la Historia de Honduras, Tegucigalpa, editorial Guaymuras 2001. Pág. 165

[14] Ídem, 166.

[15] Mencía, Olga Iris. El acoso: Un fantasma visible para las mujeres políticas hondureñas, en: Mujeres muy políticas, mujeres muy públicas (crónicas de acoso a mujeres políticas). Friedrich Ebert Stiftung. FES COMUNICACIÓN. Bogotá 2014, Pág. 63.

[16] Me refiero al concepto de colonialidad de la democracia desarrollado por Breny Mendoza, en el sentido que la implantación de las democracias en las realidades post coloniales Latinoamericanas se vislumbra más bien como un simulacro de democracia, detalle en: Mendoza Breny. Ensayos de critica feminista en nuestra América, editorial Herder, México 2014.

[17] Rousseau, Jean Jacques. Emilio o la Educación, editorial Edicomunicación, S.A. Barcelona, 2002, pág.343