Por Alessandra Bueso
Periodista del CESPAD
Levantarse a las 3 y 30 de la mañana para alistarse y a las cuatro en punto comenzar a preparar la olla solidaria, no es un sacrificio para las mujeres que conforman la Red de Mujeres Unidas de la Colonia Ramón Amaya Amador, en Tegucigalpa. Desde la segunda semana de la pandemia, en el mes de marzo, comenzaron con esta actividad y otras actividades que buscan dar al menos dos tiempos de comida a las mujeres que venden condimentos y sal en los mercados, a las que se ganan la vida lavando y planchando o a las que trabajaban en casa y que desde que el coronavirus llegó vieron mermados sus ingresos, porque sus ingresos son del día a día.
Estas mujeres han logrado sostener el proyecto por más de ocho meses; cuentan con el apoyo tanto de las mismas mujeres adultas del grupo como de las jóvenes que se hacen llamar “las históricas”. Asimismo, de hombres adultos y jóvenes que (conscientes también de la necesidad) se suman, apoyan, madrugan, pelan verduras y colaboran con el aseo y las actividades recreativas para ser solidarios y cambiar la tensión y el estrés por alegría para las mujeres.
“Aquí estamos las mujeres adultas, las jóvenes y también la red de mujeres mariposas. Todas hechas un nudo para ayudar”, nos comenta María Amalia Reyes Cartagena, quien es la coordinadora de Proyectos de la Red de Mujeres Unidas de la Colonia Ramón Amaya Amador, cuando estaba afanada preparando la olla de la sopa de mondongo que repartieron a 110 mujeres.
Las mujeres se distribuyen tareas, tienen un equipo bien consolidado de trabajo y no se desaniman para trabajar en la cocina y elaborar la llamada olla comunitaria. “Unas echan las tortillas en el comal, otras pican la verdura. Las demás, desde las seis de la mañana empezaron a cortar y poner en el fuego el mondongo para que se ablandara. Es un grupo de 15 mujeres y hombres, están motivados, muy entusiasmados preparando la sopa”, agrega la lideresa del grupo de mujeres.
Pero no se trata solo de comer. Lo que estas mujeres hacen es una mezcla de actividades mediante las que conviven por más de 12 horas, porque ven en la iniciativa un acto para conjuntar saberes. “Es dar de comer para convivir, es un trabajo que tiene su ancestralidad y es lo que nos permite atender a las compañeras”, indicaron.
Aquí también se pone en práctica la medicina natural, porque también con los tés naturales están previniendo la pandemia, dicen. Es una costumbre que en todas las jornadas no falté el té de jengibre, canela y otras hierbas que saben que fortalecen las defensas. “Los tés de medicina natural nos previenen de la pandemia”, dijo una de las mujeres.
Este espacio que organizan las mujeres de la Red Ramón Amaya Amador también es para escuchar, para que mujeres planteen sus problemas, descargar situaciones para hacerle frente a la situación de la seguridad alimentaria y desarrollar un trabajo a favor de la gestión comunitaria.
“Construimos comunidad y en ese trabajo del cuidado estamos colectivizando el trabajo que ha sido de las mujeres y están compartiendo con hombres adultos y jóvenes”, explicó Reyes.
¡Mensajes… expresión del arte y de vindicación de derechos de las mujeres!
En este espacio las mujeres de la Amaya Amador también realizan acciones que reivindican los derechos de las mujeres, como “la actividad de las pastillas”. Es responsabilidad de la red de mujeres jóvenes “las históricas”, las que se encargan de elaborar y pintar en cuadros en el piso, mensajes alusivos al respeto de los derechos de las mujeres. “Pintamos de color y ponemos frases de prevención de violencia contra las mujeres”, narró una de las jóvenes.
Otras mujeres trabajaron con “el dominó feminista”, una actividad que consiste en que las mujeres se pinten sus rostros con los recuadros del juego dominó. Es un ejercicio de prevención en salud en el que se entregan caretas, mascarillas y gel de manos.
En estas mujeres hay solidaridad, amor, entrega y convicción. El compromiso está presente ante el abandono del Estado para atender la crisis provocada por la pandemia. Muchas de las mujeres de estas colonias han tenido que albergar a otras que no cuentan con ingresos para pagar un techo donde vivir. Aquí también se ha alojado a familias que están refugiadas en un local de la red. “Esto es parte de la respuesta ante esta situación difícil que enfrentan las mujeres porque no hay un Estado que les dé respuestas”, agregó Reyes.
Estas actividades significan para las mujeres una manera de dar de lo poco que tienen. El sentido está en compartir y por eso en cada jornada hacen el altar de la vida, que consiste en llenar una mesa de frutas, verduras y flores en agradecimiento a la vida. “Esto es existir y resistir. Así vemos nuestro trabajo y aquí estamos para darnos la mano una con las otras”, dicen.
Así es un día de convivencia con las mujeres de la Amaya Amador. Más allá de la comida que suple la falta de alimento en los hogares de muchas mujeres, aquí también son escuchadas. Es el espacio en el que ellas encuentran igualdad y solidaridad; dan rienda suelta a su imaginación y son capaces de crear y de sentirse iguales. La red de mujeres es donde ellas se empoderan.