Por: Claudia Mendoza, periodista y analista del CESPAD
21 de junio 2020
A continuación se presenta el análisis del principal acontecimiento semanal del país, desde la perspectiva del CESPAD.
Lo trascendental no fue el anuncio que hiciera sobre su contagio de Coronavirus. Eso pasó a un segundo plano ante la reacción de un pueblo que en otros contextos y ante otro personaje como presidente, probablemente hubiese evidenciado siquiera un asomo de solidaridad con su mandatario. Pero, muy al contrario, luego de que Juan Orlando Hernández anunciara que él, su esposa y dos colaboradores cercanos tienen coronavirus, las redes sociales se llenaron de mensajes diversos que, en términos generales, ponían en cuestionamiento su contagio. Otros, más determinantes, no creen en el anuncio.
Sus redes sociales sí tuvieron mensajes de solidaridad: los proferidos por sus funcionarios y colaboradores dentro del engranaje burocrático, más los mensajes de las cuentas falsas de bots, generadas desde call centers, que nadie desconoce que se han creado para defender a Hernández y las acciones de su gobierno. Probablemente la era de la tecnología juega en contra del Presidente, pero jamás en la historia del país un mandatario hondureño había vivido una avalancha tal de burlas, memes y mensajes que evidenciaron que su pueblo simplemente no cree o no le importa lo que está viviendo.
Pero, ¿a qué se debe que un mandatario tenga cero en credibilidad y cero en solidaridad? Muchas situaciones explican el comportamiento del pueblo.
El pecado de origen
Con el andamiaje de corrupción que construyó Hernández en su primer periodo de gobierno (2014-2018), de acuerdo con las denuncias que documentó la extinta Misión de Apoyo contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras (MACCIH), con el apoyo denodado de su difunta hermana, Hilda Hernández, este clan logró sortear lo que a su paso se interpusiera para agenciarse un segundo mandato, violentando los preceptos de la Constitución de la República y, lo más importante, la opinión del Soberano (el pueblo). Ese es el pecado que de origen Hernández arrastra y que al parecer, el pueblo hondureño no está dispuesto a perdonarle.
El descalabro de la MACCIH
La Misión de Apoyo contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras fue, quizás, lo más cercano en una lucha contra “la real corrupción”, que hemos tenido en el país. La develación de unos 12 casos de corrupción en los que se involucró a funcionarios de “altos quilates”, incluyendo a Hernández, a decenas de diputados del Congreso Nacional, a la empresa privada, a la Banca Nacional y a personas particulares, evidenció, como nunca se había hecho, la forma en cómo operan las redes de corrupción en el país. Ese es, probablemente, el contexto con el cual el pueblo hondureño tuvo muy clara la forma en cómo se enraíza la corrupción en Honduras. Que Juan Orlando Hernández no aprobara la continuidad del mandato de la MACCIH, es la segunda factura pendiente de pago que tiene con el pueblo hondureño.
La familia Hernández y los grandes capos del narco en Honduras
La vinculación de la familia de Juan Orlando Hernández con la narcoactividad en el país, evidenciada con la captura, enjuiciamiento y condena de su hermano, Juan Antonio Hernández, por cuatro cargos en su contra, entre ellos narcotráfico (el 18 de octubre del año 2019, en una Corte de Nueva York), comprobó un secreto a voces: que Honduras estaba siendo administrada por un narco-gobierno. Desde que muchos diputados, ex miembros de la Policía Nacional y de las Fuerzas Armadas, al igual que grandes personajes del mundo de la empresa privada comenzaron a ser requeridos por la Justicia norteamericana, inculpados por narcotráfico y delitos conexos, la población hondureña comenzó a poner en entredicho las palabras de un gobierno que afirmaba estar al margen de esa actividad ilícita. Este fue otro escenario que el pueblo consideró y continua considerando, de mentiras y burlas en su contra.
El momento más difícil de la pandemia en Honduras
De acuerdo con las máximas autoridades de los centros asistenciales y, en general, con el personal de Salud del país, el momento que vive Honduras es probablemente el más difícil en cuanto a la tendencia del Coronavirus se refiere, desde que en marzo se declaró estado de alerta por los primeros casos de Covid19. En algunos hospitales públicos, como El Tórax, las salas de atención para pacientes con coronavirus ya llegaron a su nivel máximo. Otros están a punto de colapsar porque, tal y como lo ha venido advirtiendo el personal médico, no hay camas ni equipo para atender a las personas graves y en situación de cuidados intensivos.
Al escenario anterior se suman problemas como la tardía realización y entrega de los resultados de las pruebas PCR hechas a la población; la incierta y expectante llegada del equipo y de los hospitales móviles que se anunciaron hace muchos meses atrás, al igual que la no construcción de hospitales que también se anunciaron desde el mes de marzo. Y, por si fuera poco, la “famosa apertura inteligente”, que para muchos fue la decisión más errada que pudo hacerse, solo vino a acelerar el anunciado “pico de contagio” que hoy nos agarró, en medio de un lúgubre panorama.
La gran pandemia de la corrupción y la errática manera de administrar la crisis sanitaria en el país, le han grajeado a Hernández el descontento y antipatía de un pueblo que ve en la declaratoria de su contagiado una jugada política, un “as bajo la manga”. La duda de si en verdad está enfermo o si esto es parte de la “hoja de ruta” de sus asesores para victimizarse porque eso genera simpatía y seguidores, quedara en el aire.
Lo cierto es que Hernández tiene antecedentes de sobra que permiten comprender porque su pueblo simplemente cree que está mintiendo.