Análisis | ¿Despatriarcalizar la política?: apuntes sobre las elecciones desde una perspectiva feminista

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Por Ninoska Alonzo, feminista y colaboradora del CESPAD

11 de junio 2020

El golpe de Estado: hacia el pacto patriarcal y autoritario

El golpe de Estado del 28 de junio del 2009 inauguró un nuevo proceso de profundización del modelo neoliberal, caracterizado por la consolidación de las relaciones político-económicas entre el capital privado y el crimen organizado transnacional por medio de la captura del Estado. Un momento clave para entender las dimensiones de este proceso, es la creación del Consejo Nacional de Defensa y Seguridad en el año 2011, que, integrado por el presidente de la República, la cúpula de las Fuerzas Armadas, Corte Suprema de Justicia, Ministerio Público y otras instituciones claves, atenta contra la separación de poderes, constituyendo un suprapoder encabezando la gestión pública.

Es importante apuntar eso en estas primeras líneas porque el Consejo Nacional de Defensa y Seguridad es la máxima expresión de un Estado patriarcal, cuya característica distintiva reside en la existencia de formas, hábitos y ejemplos masculinos, y en que la política se realiza principalmente entre hombres1. Si bien es cierto que el Estado tiene un ADN masculino, la avanzada de expresiones autoritarias de esta naturaleza tiene que ver con la repatriarcalización del campo estatal, que opera bajo códigos bélicos y mafiosos.

Si entendemos el patriarcado como un sistema histórico de opresión cuyo fin es universalizar y perpetuar lo heteropatriarcal, medioambientalmente destructor, colonialista y racista, la repatriarcalización hace referencia a una investida cultural, política, económica y ética en la que el Pacto Masculino se organiza por medios fácticos para rehacerse del poder político por medio de la violencia, el fraude y la coerción. En Honduras, esto se ha materializado a través de (i) la creación y el fortalecimiento de instituciones castrenses para reprimir a la población, (ii) la expansión de redes clientelares en el gobierno central, municipal y en el seno de los partidos políticos, y (iii) el control de la institucionalidad para garantizar el fraude electoral en favor del Partido Nacional de Honduras.

Aunque la existencia de fuerzas castrenses y redes clientelares ha sido una forma de organización común que se remonta a la época colonial, en nuestro tiempo constituyen la anatomía del realismo político-electoral del país, perpetuando pactos patriarcales, generalmente entre hombres. En otras palabras, la repatriarcalización de la vida política en Honduras ha sido posible por medio de la violencia, el clientelismo y el fraude como sostenes del régimen nacionalista durante los últimos diez años.

Las mujeres feministas y la realpolitik

Por otra parte, durante décadas, el movimiento feminista se mantuvo alejado de la política partidaria. Tal y como expone Breny Mendoza, las transiciones democráticas de 1980’s-1990’s y el desmoronamiento del bloque socialista provocaron que las feministas se alejaran del estatismo, y la necesidad de construir espacios comunes entre mujeres provocó que se retiraran de los espacios mixtos en los que convergían con hombres de la izquierda revolucionaria, por ser espacios de reproducción de violencia machista. Asimismo, en este período se diversificó la presencia de Organismos No Gubernamentales y de la Cooperación Internacional en los movimientos sociales, y el movimiento feminista no fue la excepción2. Desde estos espacios, las feministas no concretaron compromisos con el bipartidismo en Honduras, sino que actuaron como interlocutoras del Estado -o fuera de la esfera estatal, desde apuestas autonomistas-, promoviendo, sobre todo, iniciativas orientadas a mermar la violencia contra las mujeres.

Sin embargo, el golpe de Estado también significó la ruptura del bipartidismo, que se tradujo en la fundación de dos partidos políticos en el año 2011: Libertad y Refundación (LIBRE) y el Partido Anticorrupción, lo que reconfiguró las formas de participación de las mujeres en el campo político-electoral. Es decir, la presencia de mujeres feministas se hizo más común con la ruptura de la democracia bipartidista, sobre todo a través de su militancia, primero en el Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP), y luego en el Partido Libertad y Refundación. No obstante, en los últimos años la violencia machista ha arreciado en el seno de la política partidaria, y la presencia de las mujeres -feministas o no- es subsumida por el poder masculino. Un ejemplo paradigmático de ello ocurrió el pasado 25 de enero: cuando Xiomara Castro hizo pública su precandidatura presidencial, la gran mayoría de las personas que le acompañaban eran hombres, pese a que la actividad se realizaba en el marco del Día de la Mujer Hondureña. Además, según Nancy García, pese a la existencia de todo un marco jurídico orientado a la equidad de género,

[…] en las cuestionadas elecciones generales del pasado 26 de noviembre de 2017, las mujeres solo alcanzaron 27 diputaciones, mientras que los hombres obtuvieron 101. La desigualdad se evidencia de igual manera en las corporaciones municipales, ya que de las 298 solo 23 mujeres fueron electas, frente a 275 ocupadas por hombres y la mayoría por el oficialista Partido Nacional. El 2017 evidenció una baja en las diputaciones de las mujeres dentro del Congreso Nacional, frente a un 2013 con 32 diputadas electas, siendo este el más alto número que han obtenido las mujeres en el Poder Legislativo. Teniendo hasta la fecha solo el 21.21 % de representación de mujeres dentro de este Poder del Estado.3

Hoy, el sistema de partidos políticos se encuentra en la encrucijada. La pandemia, que socava el tejido social y, para el gobierno de Hernández, se muestra como una oportunidad para saquear las instituciones del Estado y suprimir las elecciones, pone en jaque el proceso electoral del año 2021. Estas intenciones son contestadas por la actual presidenta del Consejo Nacional Electoral, Rixi Moncada, quien ha expresado que se usarán todos los medios necesarios para que se respete “la fecha de elecciones, la voluntad popular, la alternabilidad y la transmisión de mando”4. Por otro lado, varias organizaciones y fuerzas de oposición se exigen que se garantice el proceso, lo que representa un contrapeso importante frente a las pretensiones continuistas y autoritarias del régimen.

Feminismos y alternativas transformadoras

Lo cierto es que solo la movilización de las fuerzas sociales será capaz de ejercer presión para que se respete la voluntad popular. Y frente al Estado patriarcal, urge pensar formas de organización estatal alternativas. Las feministas comunitarias antipatriarcales dan luces al respecto. Cuando se perpetuó el golpe de Estado contra el Movimiento Al Socialismo (MAS) y Evo Morales en noviembre del 2019, Adriana Guzmán hizo una distinción poderosa, afirmando que el machismo de Evo era público, sin embargo, eso no significa ser un patriarca. Camacho es un fundamentalista, un empresario explotador y un patriarca5. Por su parte, también feministas marxistas como Federici apuntan que, en el marco de la crisis civilizatoria, la discusión

[…] no es Estado sí o no. Es claro que tenemos la necesidad de usar estructuras que llegan de las instituciones, porque no tenemos alternativa. Una alternativa es comenzar a reflexionar colectivamente sobre lo que necesitamos, sobre nuestra salud, sobre la comida, sobre el territorio, sobre todas las situaciones que afectan nuestra vida. Mientras tanto, relocalizar la agricultura, la salud. Crear formas de control colectivo, de tomar decisiones, de comprender.6

Desde estas miradas, una posición feminista y antipatriarcal en medio del paisaje que constituye la política real y vernácula de este país, solo puede ser posible con el reconocimiento de que las estructuras patriarcales son de orden sistémico e histórico, es decir, que no basta con integrar mujeres en cargos públicos, sino que urge reconocer que la estructura política vigente constituye un Estado patriarcal en todas sus dimensiones.

Entonces, la participación política de las feministas no implica participar del poder masculino, sino cuestionar el concepto de poder7, interpelar ahí donde sea necesario y, sobre todo, consolidar pactos desde la ética feminista, la cual se entiende como una ética que actúa

[…] contra el privilegio moral y social del macho de la especie humana, reconocido como universal en la cultura, descubre que éste constituye la injusticia inicial sobre la que se ha construido un sistema lógico-político que ha llevado a la humanidad por una senda de destrucción e incapacidad de paz8.

Feministear la política, significa entonces, desmontar las redes clientelares y masculinizadas que constituyen el cimiento del gran pacto patriarcal que ha dañado al país durante siglos. Se trata de la construcción colectiva de una nueva ética, con otra politicidad y otras formas de accionar, encaminadas a la recomposición del tejido social.

Descargue: Análisis28 – CESPAD

Referencias

1 Darling, Victoria. “El Estado patriarcal en proceso de derrumbe”. Pensar la pandemia: Observatorio social del coronavirus. CLACSO, 2020.

2 Mendoza, Breny. “Los feminismos y la otra transición a la democracia en América Latina”. Ensayos de crítica feminista en nuestra América. México: Herder Editorial, 2014.

3 García, Nancy. “Formación política de la mujer en Honduras, una deuda empantanada por falta de transparencia”. Criterio.hn. 19 de mayo del 2020.

4 Moncada, Rixi. “Ante denuncia irresponsable…”. Twitter. 5 de mayo del 2020.

5 Guzmán, Adriana. “No se acaba por ley con el racismo y en Bolivia ha habido un golpe racista y fascista”. El Salto Diario. 14 de noviembre del 2019.

6 Federici, Silvia. “Capitalismo, reproducción y cuarentena”. Traficantes de Sueños. 20 de abril del 2020.

7 Lonzi, Carla. Escupamos sobre Hegel y otros escritos. Madrid: Traficantes de Sueños, 2018.

8 Gargallo, Francesca. “Ética, ética feminista y libertad”. En Ximena Bedregal (coord.), Ética feminista. Ciudad de México: Creatividad feminista, 2004.