Análisis | Los entierros exprés en la era del coronavirus

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Voz de América

Por Danelia Bueso

Periodista y miembro del equipo de analistas del CESPAD

Cada cadena nacional pone “los pelos de punta” a los hondureños porque, aparte de anunciarse a través de ese mecanismo, las acciones que el gobierno lleva a cabo para paliar la crisis provocada por el coronavirus, el Sistema Nacional de Gestión de Riesgo (SINAGER), siempre anuncia contagios y ahora muertes.

Poco a poco el mapa del país se va marcando en rojo. Desde el norte, zona centro, sur y occidente, ocho departamentos van dando paso a cifras que poco van en aumento. Pero lo que ha disparado más el temor en la población, son las cifras de muertes que desde el jueves 26 de marzo, comenzaron a enlutar el país. Desde el primer fallecido, con preocupación se ve cómo, de manera acelerada, se están perdiendo vidas.

«Mi padre murió y ni tan siquiera pude decirle adiós. Solo quiero decirles que esto no es juego. Me duele ver partir a un ser que tanto amo y no pude despedirme de él«, dijo la familiar de uno de los fallecidos de quien, por respeto, obviamos su nombre.

Al momento de la redacción de este escrito, a nivel mundial se contabilizaban más de 750 mil infectado y 36 mil muertos. Mientras el continente Americano ya tenía más de 150.000 contagios por coronavirus. Lo que para muchos era difícil que ocurriera, ya está pasando en el país y lo más preocupante es que hasta hoy, con 139 casos positivos y 7 fallecidos, Honduras se coloca como el país con la tasa más alta de mortalidad del continente americano, al alcanzar el 5.0%.

Sin lugar a dudas, una de las aristas de la crisis que resulta muy dura, es la muerte y sepelio de un familiar. Nadie quiere un entierro exprés para sus seres queridos. Tras la muerte no hay velatorio, no hay despedidas, ni siquiera voluntarios que ayuden en el entierro. Huyen, temen, no hay traje protector que en la mente de los colaboradores, les blinde del virus. Tienen miedo.

En esa descripción sombría de la muerte en la era del coronavirus, hay una situación que dibujó a la perfección lo que acontecerá con las muertes próximas: la de dos, de las tres víctimas de Villanueva, Cortés. A los cuerpos que quedaron íngrimos en los ataúdes, luego de que las autoridades los trasladaran al lugar de su sepultura, les alcanzó la noche porque los sepultureros huyeron y el alcalde se vio solo, enfrentando la situación para enterrarlos. La medianoche llegó y fue cuando, por fin, hubo almas buenas que los sepultaron. El alcalde se la jugó y evitó así que el dolor de esas familias fuera más fuerte.

El Covid19 ha dado paso a días en los que la dosis de humanidad y empatía se han perdido. Aquí se vive del “sálvese quien pueda”. Unos protegidos en sus casas, temiendo hasta abrir las puertas para evitar el contagio. Otros, los trabajadores de la salud, pidiendo a gritos que dejen a los especialistas frente a la crisis para dirigir mejor “el barco que se enfrentará a la peor tempestad de este siglo”.

¡Personal médico que trabaja con las uñas!

«El personal de salud es el más expuesto. Me contagié con una persona asintomática, me hice la prueba y por los medios de comunicación me enteré que era positiva. Les pido por favor no salgan de sus casas. Hay temor en el personal de salud, pero les pido que no desmayen. Estoy aislada, estoy saliendo de la crisis de esta enfermedad», dijo una enfermera, que es la paciente 110 que dio positivo en el país.

Son tres médicos y una enfermera los que forman parte de esos 141 casos positivos que registra Honduras. Tres se contagiaron cuando atendían a pacientes y pese a su condición de ser personal sanitario, no contaban con el equipo de protección adecuado. Otra doctora, que se debate entre la vida y la muerte, pasó horas esperando ser conectada a un ventilador, sencillamente porque en el hospital no había personal que manejara el equipo ni tampoco quien lo supervisara. Fue hasta que intensivistas llegaron que fue entubada y ahora lucha, lucha por sobrevivir al virus.

En esas condiciones, los médicos y enfermeras pese a que saben que trabajan con “las uñas” para hacer frente a todo lo que se viene, se mantienen enfrentando la batalla, exigiendo que se les dote de insumos, mientras esperan que los fondos que el Gobierno obtuvo para la crisis de verdad lleguen a donde tienen que llegar y se les provea de lo necesario para salvar vidas.

«Es triste ver una persona muriéndose, ustedes no entienden el grado en el que estamos los médicos. No nos quieren proteger para nada, esto es un desorden. Le pido al Presidente que haga algo», dijo entre sollozos, el doctor Carlos Umaña, del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS), de San Pedro Sula, norte del país.

Hay impotencia y temor, el personal médico y de enfermería, trabaja en medio del contagio y la muerte. No saben si habrá bajas en esta guerra. Ellos saben de los riesgos que enfrentan y los asumen con valentía. Por eso la urgencia es que se les apoye y se les de lo necesario. Hay esfuerzos que surgen desde la misma población organizada como el caso de un grupo de expertos que ha pedido que se les cedan las instalaciones del Instituto Nacional de Formación Profesional (INFOP), para fabricar respiradores mecánicos que abonen en la atención de los miles de contagiados por coronavirus que se proyecta tendrá Honduras.

Ellos quieren sumar y apoyar en esta emergencia, porque ven las serias falencias que tiene el sistema de salud que los políticos, por décadas, han ignorado y que ahora, en este momento, representa la oportunidad de vida, incluso, para esos tomadores de decisiones que en vez de potenciar la salud, le apostaron a inflar sus bolsillos.

En el actual contexto urge la unión, las ideas y el apoyo que represente una oportunidad de vida que evite que muchos hondureños formen parte de las estadísticas.

No solo es el miedo a que el virus nos contagie, para muchos es miedo porque sus empleos fueron suspendidos, porque el ingreso diario lleva dos semanas sin generarse y eso hace que en muchas casas no se prenda el fogón porque no hay nada y los niños claman por alimento.

Es un escenario incierto, es un momento crítico, es también una oportunidad para darnos cuenta cuáles son las verdaderas máscaras que portan los políticos para consagrarse como los héroes o villanos en esta historia. Por lo pronto además de los médicos y enfermeras, no se debe invisibilizar a esos hombres y mujeres del rubro del aseo, a los militares, policías y bomberos.  Ellos también están dando la batalla, se están exponiendo y se juegan en el anonimato una carta importante en esta historia. Ellos también tienen una familia, tienen miedo, pero se arriesgan.

Escribo este texto y también siento miedo, miedo porque si se cumplen las estadísticas de contagiados que ha dado a conocer en los medios de comunicación la epidemióloga hondureña Elsa Palou, y que tienen como base las proyecciones que surgen de las encuestas que realizan a nivel nacional, se necesitarán 7 mil respiradores y en este país apenas hay 150. Entonces, ahora entenderán porqué sí es importante tratar de llevar las medidas preventivas al pie de la letra, sobre todo en un contexto en el cual muchos aún creen que el COVID-19, es un juego.

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