El Rojo, sus confesiones desde el escritorio de la Corte de Nueva York

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Foto: La Prensa

Desde Nueva York, una colaboración especial para CESPAD: @honduraslibredecorruptos

17 meses tiene Víctor Hugo Díaz Morales, alias «El Rojo», de guardar prisión en el Centro Correccional Metropolitano (MCC por sus siglas en inglés). Desde el mes de abril del 2018 llegó a Nueva York, tras permanecer un año preso en Guatemala, al ser capturado en el bulevar Los Próceres el 4 de marzo. Tras varios acuerdos entre sus abogados y la Fiscalía Neoyorkina, El Rojo firmó un acuerdo de cooperación, entre otras cosas, «para decir la verdad» según declaró en el juicio y «quemar» a sus cercanos colaboradores, entre ellos Juan Antonio Hernández, «Tony Hernández», hermano del Presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández.

El Rojo dejó a todos con los ojos y la boca abierta cuándo entre sus confesiones dijo que había asesinado a 18 personas, entre ellas una niña de 3 años. El asombro solo se opacó con las revelaciones que continuaron y que evidenciaron cómo fue que operó con Tony. «Entre los años 2004 al 2010 trafiqué cocaína con Tony Hernández. Él nos daba información de los retenes y de las investigaciones que se realizaban del tráfico de cocaína por Honduras. Además, nos suministraba cocaína y juntos llegamos a transportar 140 mil kilos; toda esa droga iba hacia Estados Unidos. Yo lo vi con armas. Tony Hernández utilizaba pistolas y fusiles de asalto» relató.

El Rojo, en el interrogatorio que duró dos días, respondió a la Fiscalía seguro, firme, preciso en sus respuestas, contrario cuando Omar Malone, defensor de Tony Hernández, le lanzó sus preguntas. Fue notorio que afloraron evasivas, silencios y varias frases como, «puede repetir la pregunta», «no entiendo la pregunta». Al inicio la intención del abogado Malone fue orillarlo, quiso tocarle el lado humano, el sentimental, para transformar su dureza y que se quebrantara.

«No es cierto que usted daría todo por estar libre» y El Rojo respondía con un Sí. Luego Malone, «no es cierto que usted daría lo que fuera por estar con sus hijos y por estar con su esposa». El Rojo guardó silencio, en la sala todos dirigían sus miradas hacia él y cuando habló sorprendió a todos al responder, «No, no es cierto».

No fue difícil observar a la distancia, cómo los rostros de los miembros del jurado mostraban su asombro. Aquel simple camionero que escaló posiciones en el narcotráfico no dejaba a un lado la frialdad, lo calculador y estratégico. En el fondo, el guatemalteco buscó acorralar y desesperar al defensor y alargó el interrogatorio para obviar responder sus preguntas. Esto también llegó a desesperar al propio Juez Kevin Castel, quien en dos ocasiones llamó a las partes para hablar en privado.

Pero El Rojo al parecer sólo seguía las indicaciones de sus abogados, uno de ellos de origen guatemalteco, presente en la sala. Fueron meses que tuvo de preparación para enfrentarse con uno de los grandes socios que aseguró tuvo en el mundo del tráfico de drogas. «Tony Hernández dijo que facilitaría información de los operativos navales para evitar los decomisos de la cocaína. Cada vez que me daba información, se le pagaban cinco mil dólares. La cocaína me llegaba por la vía aérea y marítima, en botes pequeños y lanchas rápidas. El primer punto de llegada era Brus Laguna y luego a Tela y de Tela iban en camiones con doble fondo. Recibía cargamentos en Balfate y allí la pasábamos a camiones doble fondo para ir a la frontera. Pasando por Naco rumbo a Trascerros (Santa Bárbara), o si no, a La Entrada, Copán, para ir a la frontera de El Paraíso o Florida, Copán», dijo El Rojo al jurado.

Si algo llamó la atención a lo largo de los dos días de interrogatorio de la Fiscalía y la misma defensa, es que El Rojo, en cuatro ocasiones, aseguró temer, ¿a quién?: «Tenía miedo, ya que Juan Orlando Hernández y Tony Hernández tienen todo el poder en Honduras y por eso firmé el acuerdo» dijo.

Foto: La Tribuna

Por eso justificó que al inicio, cuando llegó a Nueva York, mintió. No quiso de entrada develar abiertamente sus contactos, sus operaciones, sus negocios y cómo a lo largo de los años acumuló una fortuna de más de 70 millones de dólares de los cuáles asegura, solo tiene cinco casas y dos fincas, varias de ellas dijo  que están incautadas en Honduras.

Malone insistió en preguntar dónde estaba todo el dinero que ganó producto de las drogas. El Rojo sólo dijo: «se tienen gastos y hay muchos que me deben».

Tras la guerra que se abrió con Héctor Emilio Fernández alias «Don H», para quien trabajó por varios años, «El Rojo» siempre operó en el tráfico de drogas y ni su huida a Colombia, bajó sus negocios. Siguió coordinando cargamentos, enlazando con carteles colombianos, hondureños, guatemaltecos y mexicanos. Las declaraciones de este narco guatemalteco apenas van deshilvanando la madeja que sólo deja desencanto en miles de hondureños, al corroborar lo que en calles, oficinas y casas era un secreto a voces: «El narco penetró y cooptó la institucionalidad hondureña».