En juicio contra Tony Hernández, interioridades que la prensa no contó

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Foto: La Prensa

Colaboración para CESPAD: @honduraslibredecorruptos

Es en el 11 piso del Edificio de la Corte del Distrito Sur de Nueva York. En la sala D, ubicada en la Calle Pearl, se concentra la atención de los hondureños por el proceso judicial que se desarrolla en contra Juan Antonio Hernández Alvarado, conocido en Honduras como «Tony Hernández» y quien a la vez, es hermano del presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández.

Hay expectativas, mucha ansiedad por conocer cómo los tentáculos de la narcoactividad penetraron la institucionalidad y convirtieron a funcionarios, políticos y empresarios en «peones» de los carteles de drogas. Tony Hernández,  se ha visto sereno, sonriente, altivo e impecable. Ha vestido elegantes trajes con colores azul y negro, que le dan un toque de sobriedad y elegancia. Al lado de sus abogados, con Michael Tein es con quien se ve que más intercambia expresiones. Con Omar Malone es poca la comunicación, quizá la limitante del idioma le hace estar más distante.

En la amplia sala que medirá unos 16 metros de largo por 11 de ancho, se ubican los espacios para que tanto el Juez, el Jurado, los Secretarios, los Intérpretes, la Fiscalía, los defensores, acusado, Testigos, marshalls y el público, escuchen el debate que busca que el Jurado emita el veredicto para declarar la culpabilidad o inocencia del acusado.

A través de una amplia puerta se entra a la Sala. Se ingresa al local que luce imponente. En el centro se observa al Juez que sobresale desde el podio donde se ubica el estrado. Al fondo es notorio el escudo, el gran sello de los Estados Unidos de América, que es el signo para la certificación de documentos. A un lado la bandera de Estados Unidos y los espacios, uno para colocar a los testigos en un pequeño escritorio y al lado, los secretarios e intérpretes.

Frente al Juez hay una mesa amplia donde se ubican los cinco fiscales que han documentado el caso contra «Tony Hernández», desde hace varios años. Detrás de ellos están, en otra mesa, los defensores Omar Malone, Michael Tein y «Tony Hernández. Al lado izquierdo están los 18 asientos del jurado, que fueron colocados como las bancas de un cine de tres gradas, donde se sientan de seis en seis. Son 13 mujeres de mediana edad y cinco hombres, dos mayores y el resto de 30 a 40 años. Son ciudadanos americanos, pero algunos nativos de Cuba y República Dominicana.

Detrás hay cuatro bancas a cada lado, con capacidad para seis personas, que da espacio para que 48 personas estén presentes si se usarán las ocho, pero los Marshalls, impiden que en la primera fila nadie se siente. Además, pegado a la pared, dos bancas para ubicar a 12 personas más.

Desde el miércoles la sala ha lucido llena. La mayoría son periodistas internacionales que están expectantes por conocer las interioridades del caso. La familia del acusado cada día aumenta, cada día llegan más primos, tíos, para acuerpar a «Tony», a quien apenas saludan a la distancia. A «Tony Hernández» le colocan audífonos para que escuche la traducción que hacen de lo que se expone en el juicio.

Si algo ha sido notorio, es que cuando Víctor Hugo Díaz Morales, alias “El Rojo”, ingresó a la sala, vestido con el uniforme de la cárcel, con un tono azul, como el uniforme de médicos y enfermeras de un hospital, en ningún momento cruzó mirada alguna con Tony. El Rojo se mantuvo serio, con semblante duro y nunca hizo atisbo alguno para ver a Tony. Tony se mantuvo en su asiento; no movió su cabeza para observar al Rojo y se escudó en los audífonos y en bajar la mirada, cada vez que El Rojo,  entraba o salía de la sala.

Apenas van tres días de debates en los que sobresalieron como elementos la formalización de la acusación en la que el fiscal Jason Richmand dijo que el narcotraficante mexicano Joaquín «El Chapo» Guzmán, dio personalmente a «Tony Hernández un millón de dólares en sobornos para Juan Orlando Hernández, hermano del acusado. Sin anestesia, los Fiscales están enfocados en develar toda la podredumbre que se tejió con fuerza en los gobiernos de Porfirio Lobo y Juan Orlando Hernández pero que, de acuerdo con los años de investigación de Tony (2004-2014), podría salpicar a los últimos cinco gobiernos.

Con su declaratoria, El Rojo  pone en jaque a muchos. Más allá de que son narcos o delincuentes los que están declarando, se trata de que pese a quienes son, maniobraron y saben muy bien quién o quiénes se prestaron, dentro de la institucionalidad del Estado, para hacer más operable sus ilícitos y que ha develado que en Honduras muchos se pusieron a su servicio.

Entonces, si llovió esta semana en Nueva York, seguro que la otra rayos y centellas caerán cuando Alexander Ardón, el exalcalde de El Paraíso, Copán, rinda su testimonio y señale cuánto pagó, a quiénes financió y cómo las instituciones y personas estuvieron a su servicio.Hay dos testigos más que se programan y de quienes aún no se devela su identidad, que también dirigirán sus misiles hacia aquellos que bajo sus cargos también fueron parte de las estructuras criminales para cooptar la institucionalidad y convertir al país en un narco-Estado.