Redacción: Equipo de CESPAD
Edición: Claudia Mendoza
Adelfia Girón tiene 65 años de edad. Comenzó a ser partera desde los 20 años. Sus manos han ayudado a llegar al mundo a más de 400 niños y niñas y pese a que muchas jóvenes y mujeres embarazadas de las comunidades remotas de Intibucá, Honduras, no tienen acceso a centros asistenciales, a ella y a muchas parteras más, se les tiene prohibido ejercer esta práctica ancestral.
La experiencia de las parteras son heredadas de sus antepasadas. Adelfia decidió empezar con su labor cuando era una joven y allí se dio cuenta de la felicidad que le generaba ser partera y ayudar a traer al mundo a los hijos de las mujeres más pobres de la zona. «A los 20 junté el primer parto en una montaña; a la muchacha le pegaron dolores. Me hablaron, yo la cubrí y ajunté el niño y lo recogí y de allí aprendí”, recuerda.
Adelfia es una mujer reconocida en la zona por su práctica. La mayoría de mujeres y jóvenes deciden recurrir a ella por su apoyo incondicional; su bondad la ha posicionado como una de las parteras más comprometidas. “Yo las aconsejo a ellas. Hay cipotas que están débiles del cuerpo, ellas de afligidas no comen. Les digo yo bueno ustedes van a comenzar a beber lechita para el embarazo, toda clase de verduras, y van a tener un apoyo de mí. Yo les doy un apoyo y les digo que no se aflijan”, comenta.
Sus ojos pequeños se llenan de luz y esperanza al desempolvar cada una de las palabras de las mujeres que han dado a luz con su ayuda. “A la hora que estén yo las llevo al centro a hacer los primeros auxilios y de allí ellas van aprendiendo cómo se van a desarrollar y de allí ellas, y al final les doy un apoyo cuando van a tener a su niño. Yo las llevó al materno y si no pueden tener allí las llevó a la Esperanza al hospital”, agrega.
La mayoría de partos que Adelfia ha acompañado son menores de edad, niñas entre 14, 15, 16 y 17 años. Para esta sexagenaria partera, es en las escuelas y colegios donde más niñas se embarazan debido a que las y las jóvenes comienzan a tener relaciones sexuales sin protección y temprana edad. Mientras nos comentaba revivía como miró a una niña de catorce años dar a luz en una de los caseríos de Jesús de Otoro, departamento de Intibucá.
El Estado las reconoce como parteras, pero les niega el derecho a ejercer
Hasta hace poco, las parteras de Intibucá podían realizar su trabajo sin ningún impedimento, pero esto cambió radicalmente cuando una de las doctoras del hospital gestionó para que se les brindase una identificación/reconocimiento, que solo les permite guiar a las mujeres embarazadas a qué centro de salud deben recurrir para su parto.
“Primero, como nos daban esa capacidad de que nosotras miráramos mujeres, nos daban una valijita; nos daban todo el material. Cómo le dijera, un vestuario para que nosotras hiciéramos los partos, pero ya hoy no porque como está el materno, están los hospitales, nosotras tenemos que recibir las ordenes de la doctora. Yo voy a las reuniones y la doctora Pamela dijo, cuidado usted van asistir un parto, cuando miren a una mujer embarazada y que las visité a ustedes, apóyenla y tráiganla al centro de aquí; nosotras la remitimos al hospital. Y hoy ese es el trabajo que hacemos”, cuenta.
“Si yo encuentro una mujer en el camino con dolores y miro que ya va a tener, yo la recojo en su momento y yo dejo de ir a la casa y yo la traigo donde los médicos. Ese es el trabajo que nos ha quedado. Solamente que sea una urgencia, que siempre un niño no dé tiempo. Pero siempre se remite a los hospitales”, señala Adelfia.
Amor y bondad: las características de Adelfia
A adelfia ninguno de los cerca de 400 niños y niñas que ayudó a llegar al mundo, se le murió. Todos y todas viven. El amor, la bondad y la magia de sus manos han sido factores fundamentales que han influido en la vida de los recién nacidos. Con mucha alegría rememora que “allí están todas las mujeres (las que atendió), ya de una edad conmigo”. Yo miré mujeres que tuvieron 16 hijos en mis manos y ella están en esas montañas, en los Alpes.
Intibucá, uno de los departamentos con altos índices de pobreza
Intibucá, Choluteca, Lempira, Ocotepeque, Santa Bárbara, La Paz y Gracias a Dios son algunos de los departamentos que albergan a los pobladores de los 40 municipios más pobres de Honduras. Intibucá tiene más de 250 mil habitantes. El 51% son mujeres. De esta cantidad de habitantes solo el 1% tiene acceso a la educación superior. Además, solo cuenta con el hospital general Enrique Aguilar Cerrato y unos 12 centros de salud para todo el departamento, que se encuentra en condiciones precarias. Esta situación limita el derecho que tiene la ciudadanía a la salud y obliga a las mujeres embarazadas a recurrir a métodos tradicionales, como el acompañamiento de las parteras.
“Un trato bastante agradable, suave diría yo, y sencillo siempre planteando soluciones y nunca complicaciones”
Alexandra Suazo es una joven espigada, cabellos cortos y un color de piel cálido. A los 22 años quedó embarazada. Fue para ese entonces que tomó la decisión de tener a su hijo en compañía de una partera. Una de las motivaciones es la confianza que le han generado los saberes ancestrales. “Al final te das cuenta que muchas prácticas científicas en las distintas disciplinas son las mismas que podría recomendarte una partera. La única diferencia que sin tanto tecnicismo de por medio”, dice.
Para ella, las parteras persiguen el bienestar de la madre y, en cambio, los doctores siguen procesos mecánicos aprendidos en la academia. Dice que no tiene nada en contra de la academia, pero está segura que la sabiduría no viene de las aulas sino de la experiencia y eso es algo que les sobra a las parteras.
“Justo una semana antes de efectuar un ultrasonido, en la típica curiosidad de conocer el sexo del feto, visité a la partera. Siempre me recibía con jugos y semitas deliciosas y caseras. Y pues, me observó la panza y buscamos las fechas de mi último periodo, la fecha de posible fecundación y revisó en qué ciclo estaba la luna. Me observó el cuerpo, tocó mi panza y me dijo: es niño. Aun así me pudo la curiosidad y fui una semana después a consulta y el ginecólogo obstetra inmediatamente me dijo es niño y observamos la formación del feto.”, rememora Alexandra como una de las experiencias con una partera, que la impactó.
“Rescato el gran amor por la vida y el bienestar de la madre y el producto. La labor de ellas es exhaustiva con muchos menos recursos que un hospital. Creo que es una experiencia saludable, mentalmente hablando. Ya que ellas te proporcionan confianza. Al final cuando hablás con una partera te das cuenta que ha atendido más partos que muchos obstetras”, indicó Alexandra.
Las hormigas, una organización que lucha y acompaña el reconocimiento del derecho de las parteras
Para la Organización Intibucana de Mujeres Las Hormigas, las parteras realizan un trabajo muy importante en las comunidades, lo que no están llevando a cabo en los diferentes centros asistenciales. Ellas lo hacen con la sabiduría ancestral, haciendo uso de técnicas que ayudan a evitar riesgos durante el embarazo y a la hora del parto.
“Ellas atienden con calidad humana y a domicilio, a las mujeres, evitándoles los riesgos de accidentes al tener que trasladarse a pie, durante largas horas desde sus comunidades a los centros de salud. Además, ellas saben identificar con anticipación problemas durante el embarazo y los corrigen son anticipación”, indica Eva Sánchez, directora de Las Hormigas.
A pesar del gran amor, compromiso y cuidado que tienen las parteras, estas son víctimas de criminalización por sus trabajos. “Ellas nos han contado en todos los municipios del Departamento de Intibucá donde trabajamos, que los de Salud las amenazan, que si atienden partos las van a multar o a meter presas, pero no tienen asidero legal, para sustentarlos. Sin embargo, ellas tienen miedo, incluso en el municipio de Camasca, a un niño no le quisieron inscribir porque fue asistido por una partera y le pedían la boleta del hospital”, señaló Eva.
Para Eva, una mujer que vino al mundo ayudada por las manos de su abuela, quien fue partera, se debe respetar el convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el que establece el respeto a las prácticas ancestrales y culturales de los pueblos indígenas.
Para está lideresa de Las Hormigas, debe prevalecer el respeto a la labor de las parteras, al igual que «el derecho de las mujeres a decidir con quién queremos parir o dar a luz, o que habiliten en los mismos centros de salud un espacio, para que las parteras puedan asistir, que las fortalezcan con capacitación como antes y que les den equipo de atención, cuestionó Sánchez.
Para las organizaciones que luchan por los derechos de las mujeres, situaciones como las que enfrentan las parteras, en el interior del país, son un contrasentido por parte del Estado y gobierno de Honduras. Decenas de comunidades, en departamentos pobres como Intibucá, no cuentan con centros de salud y mucho menos con hospitales. Sin embargo, se coartan labores tan importantes como la que realizan las parteras, las que con su experiencia han ayudado a traer cientos de niños al mundo, y quizás a salvar la vida de muchas de esas madres y sus hijos.