¡Huye! …una casa refugio puede salvarte la vida

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Foto: Claudia Mendoza

Por: Nancy García
Edición: Claudia Mendoza

Si tu pareja te golpea, te maltrata de diversas maneras o lo peor, ha estado a punto de asesinarte y nadie, absolutamente nadie te ha brindado un espacio y apoyo para salir de esa situación, ¿qué harías? En el año 2018 se registraron 50 mil 231 denuncias de violencia doméstica en el Sistema Nacional de Emergencia, a nivel nacional. Muchas de las mujeres que denuncian son maltratadas por sus parejas o por otros miembros de la familia. Algunas corren con la peor suerte y son asesinadas. Es urgente que se alejen o huyan de sus parejas y hogares, pero ¿a dónde ir?

A pesar de la negación por parte del Estado de Honduras, de brindar condiciones seguras y dignas para las mujeres, las casas refugios son un espacio esencial para resguardar y reconstruir sus vidas cuando son atacadas por sus parejas, cuando han sido víctimas de violencia sexual, o cuando la vida de sus hijos e hijas también corre peligro.

Pese a su importancia en esta problemática, en Honduras apenas existen siete casas refugios, ubicadas en  los departamentos de Cortés, Copán, Intibucá, Choluteca,  Francisco Morazán y Atlántida. Una casa refugio puede ayudar a mantener lejos a las mujeres de sus agresores, sin embargo, las organizaciones de mujeres y feministas luchan desde hace algún tiempo para que desde el Estado y gobierno se apruebe una Ley y se destinen fondos para la creación y financiamiento de casas refugios.

 “De estas siete casas, tres son de organizaciones no gubernamentales y cuatro son municipales. La municipalidad les ayuda con algo. Las mejores condiciones las tienen las de la ong’s, por supuesto, porque gestionamos más. En otras, los alcaldes se han olvidado de traspasar la ayuda que necesitan, los alcaldes nombran personal, lo cambian, lo quitan y eso no puede suceder en una casa refugio”, cuestiona Ana Cruz, Directora de Casa Nova, una casa refugio que brinda ayuda a muchas mujeres sobrevivientes de violencia.

Silvia, un caso que ejemplifica las necesidades de las casas refugio

Foto: Pixabay

 Para ejemplificar las inmensas necesidades que tienen las casas refugios, Ana rememora el triste episodio de una mujer a la que llamaremos Silvia, una sobreviviente de violencia doméstica a quien su pareja le cortó la mano y le propinó 14 machetazos, dejándola en un estado de salud crítico. Para resguardar su vida se vieron obligadas a pedir financiamiento externo porque el Estado ha hecho caso omiso a las peticiones de apoyo presentadas para atender este y muchos otros casos más.

¿Cuáles fueron las necesidades de Silvia? Ana dice que los servicios médicos porque ella quedó inmóvil debido a uno de los machetazos que le fue asestado en su cabeza. “Conseguimos que alguien nos pagará los servicios de una enfermera. Ocupamos una cama especialmente para ella, un colchón de agua. Solo allí son como 25 mil lempiras, más una tomografía, más todo. Esas son las necesidades de una casa refugio; casi nunca se consigue el financiamiento. Hemos pedido ayuda y desde el Estado no nos dan esa ayuda que necesitamos”, cuestiona la entrevistada.

Ana agrega que también se necesita personal sensibilizado con la problemática de las mujeres para que comprendan y brinden un mejor acompañamiento al proceso de empoderamiento de las sobrevivientes de violencia para que cuando dejen las casas refugio, se defiendan de sus parejas con total autonomía y el conocimiento de sus derechos.

De las siete casas que hay a nivel nacional, dice Ana, apenas una fue construida con un modelo específico, apto para casa refugio. “En el caso nuestro, tenemos un equipo multidisciplinario de trabajadoras sociales, psicólogas, abogados, terapeutas ocupacionales, encargadas de las terapias motrices de ellas. Tenemos en los turnos de la noche y los fines de semana un pequeño equipo para ayudar a las otras mujeres en las casas refugios”. Las demás casas refugio operan en casas particulares que rentan y que han ido adecuándose para brindar atención con calidad.

Un espacio seguro para las mujeres

Una de las casas que tiene mayor afluencia es la de Francisco Morazán, porque allí  no solo se atienden casos de violencia doméstica o violencia sexual, también trata de mujeres y, además, es la única organización que atiende casos de desplazamientos por violencia. “Nosotras anualmente en Casa Nova estamos recibiendo casi 200 mujeres al año con sus hijos e hijas. Estamos hablando de una población de casi quinientas personas al año de todas las casa refugio; al año son 400 mujeres las que se atienden”, indica la entrevistada.

El período para permanecer en la casa refugio es de tres meses pero si la situación es por desplazamiento forzado les permiten quedarse el tiempo que sea necesario para que las mujeres puedan buscar un espacio donde sentirse seguras. Mientras, reciben asistencia psicológica.

Menores de edad, también son atendidas en casa refugio de Intibucá

La llamaremos Norma, una menor de edad quien junto a su madre, en el municipio de Intibucá, tuvo que albergarse en una casa refugio. La jovencita tuvo que huir de su propio hogar debido al hostigamiento sexual que recibía por parte de su padre. El  refugio al que acudieron es el que provee la organización Intibucana de mujeres Las Hormigas.

Psicóloga Maritza Cedillo / Foto: Dulce Villanueva

Maritza Cedillo es psicóloga y realiza una labor titánica en la organización Las Hormigas. Atiende a menores de edad que han vivido diversos tipos de violencia en sus hogares, al igual que mujeres adultas. En esta casa se registran pocos ingresos, debido a que las mujeres, pese al ciclo de violencia, muchas veces deciden regresar con sus parejas. Eso no significa que se les cierran las puertas para regresar a la casa refugio cuando lo necesiten, aclara Cedillo.

De acuerdo con Maritza, es importante que las mujeres se informen sobre la violencia que viven porque ellas la consideran normal. “Nosotras le podemos brindar algún tipo de asesoramiento tanto legal como psicológico o darles acompañamiento a interponer una denuncia si ellas tienen miedo de denunciar, porque es lo que ocurre a  veces. Por el miedo no las dejan salir del hogar, a que luchen por sobrevivir”, dice Maritza.

Cuando una víctima llega a la casa refugio se le brinda seguridad y se le da atención  psicológica, asesoría y apoyo legal; salud, reforzamiento escolar, terapia ocupacional y grupal, formación humana y recreación. Además, reciben una serie de capacitaciones en autoestima, derechos de la mujer, salud sexual y reproductiva, violencia doméstica, toma de decisiones, valores, formación espiritual y la tema vinculados al fomento de la microempresa. 

Rosa, un testimonio clave de las casas refugios.

Su ex pareja comenzó gritándole delante de sus hijos e hija. De los gritos e insultos pasó a los golpes. De recibir tantos golpes, su vida pendió de un hilo en dos ocasiones. Ya no solo la maltrataba a ella, sino que sus menores también eran blanco de su agresor. Durante quince años el círculo de la violencia estuvo presente en la vida de Rosa, hasta que un día decidió buscar ayuda en una casa refugio.

“Yo llegué aquí por problemas de violencia doméstica y violencia intrafamiliar. No sabía nada de esta casa refugio pero por medio de una monja llegue acá. Me atendieron bien, me dieron asesoría legal, ayuda psicológica para mí, para mis hijos. También me apoyaron con la educación de mis hijos”, nos cuenta Rosa con su voz llena de alegría y satisfacción.

Rosa es una mujer con una estatura aproximadamente de 1.70 metros, robusta, de cabello largo y oscuro. Tiene una singular manera de hablar y a pesar de titubear, sus palabras denotan la fuerza que trae consigo y que le permitió salir de la violencia doméstica y el maltrato que sufría.

“El trato que me dieron fue bastante familiar, me sentía más segura porque soy extranjera en Honduras. Luego que salí me dieron seguimiento. Con terapia seguí, pues yo tenía el deseo de estudiar; terminé mi primaria, saqué enfermería y soy auxiliar de enfermería. Tengo tres hijos y pues ya tengo dos que se me graduaron de Informática, el más pequeño que está en tercer curso actualmente”, comenta muy orgullosa.

Aunque labora como enfermera y en sus tiempos libres ayuda a otras mujeres que están pasando por la situación a la que ella se enfrentó.

La lucha por el reconocimiento

El año pasado Calidad de Vida y la firma de Estudios e Investigaciones de Centroamérica (EICA),  en conjunto con la Red de Casas y la organización Las Hormigas, presentaron una iniciativa de Ley para legalizar las casas refugios como un espacio seguro, en uno de los países con los más altos índices de violencia en América Latina.

“Contempla, básicamente, esa autonomía que necesitan las casas para mantener su sostenibilidad. El objetivo es que haya financiamiento de parte del Estado para garantizar la sostenibilidad de los refugios porque actualmente no dan ningún cinco.  Lo otro es quién va a manejar los recursos en caso de que el Estado dote a las casas refugios y nosotras proponemos una comisión integrada por personas de las casas refugios, organizaciones de mujeres, el Instituto Nacional de la Mujer (INAM),  por supuesto”,  recalcó Cruz.

La iniciativa de Ley estipula el presupuesto que necesitan las casas refugios, el mecanismo de funcionamiento y la definición de las mujeres a las que se les brindará ayuda.  Para Ana, lo ideal es que dé apertura a más casas refugios y que la atención también incluya a mujeres transexuales y mujeres con discapacidad, porque actualmente los refugios que existen no se adecuan para mujeres con capacidades especiales.

Ana cree que hay que mejorar la definición de los tipos de violencia que se atenderán, los mecanismos de estadía de las mujeres, los procesos de atención médicos y los servicios educativos para sus hijos e hijas. “Sería como estar obligando al Estado a que cumpla con el deber hacía las víctimas. Por ejemplo, las emergencias médicas, ya con la ley queda establecido qué es una emergencia, porque recordemos que las mujeres cuando las llevamos al médico no pueden estar esperando dos días allí por la seguridad misma”, acotó Ana.

Como resultado de esta Ley, las casas refugios lograrían tener autonomía económica y (tal y como aspiran y sueñan las mujeres de las diversas organizaciones que están impulsando esta iniciativa) se convertirían en un espacio que podría salvar la vida de miles de mujeres que viven entre diversas formas de violencia.