¿Por qué se van las adolescentes y las mujeres con sus niñas de países como Honduras? ¿Cómo regresan a sus lugares de origen? ¿Qué traumas y abusos cargan sobre sus hombros al volver? ¿Les tiende la mano el gobierno?
¿Por qué se van?
«El problema es que si el marero te quiere para él, ya no hay remedio. Tu familia debe sacarte de la colonia o del país, pero deben saber cómo hacerlo, porque si ellos se enteran, nos pueden matar. Muchas se quedan y les dicen sí, me voy con él y se meten a las maras. Yo preferí salir y aventurarme».
El contenido del párrafo anterior no es invención. Es el relato de una hondureña, pero también los argumentos de muchas mujeres, adolescentes y niñas que se ven forzadas a salir de países de sus países por esos y muchos motivos. Un estudio realizado por la organización Mujeres por la Justicia, Educación y el Reconocimiento (MUJER), de Guatemala; El Foro Nacional para las Migraciones de Honduras (FONAMIH), el Grupo de Monitoreo Independiente de El Salvador (GMIES), Nicasmigrante, Grupo de Emigrantes Mujeres Adolescentes y Jóvenes del departamento de Rivas (GEMAJ) de Nicaragua y Enlaces Nicaragüenses en Costa Rica, muestra la realidad Migratoria Intrarregional que están viviendo las niñas, adolescentes y mujeres cuando emigran de sus países.
La investigación revela los riesgos, el asedio, la desesperación que enfrentan en sus países las mujeres y que al final es lo que las obliga a salir de sus países como único camino para salvaguardarse.
«La migración de mujeres se ha invisibilizado porque la estadística establece que son más hombres que mujeres los que emigran, pero sobre todo por los riesgos que enfrentan las mujeres. Por ejemplo en el caso de la caravana hemos recibido noticias de mujeres que han sido víctimas de asaltos sexuales. Esto tampoco es nuevo porque se sabe cómo es la ruta migratoria. Sólo México reportaba que en lo que va del 2018, cerca del 70% de las mujeres que cruzan la ruta migratoria son abusadas» explicó Sally Valladares, del Observatorio para las migraciones de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH).
¿Cómo vuelven a sus países de origen?
Pero las amenazas de pandilleros son sólo una parte de la historia, porque es el inicio de otro camino de violencia estructural que sufren. Ellas se van porque quieren acceder a recursos económicos y mayores niveles de libertad en el país de destino, pero no siempre sucede, porque en esa ruta enfrentan otros peligros y caen a merced de redes criminales que las esclavizan, caen en abusos sexuales e incluso hasta la muerte.
Datos de Amnistía Internacional revelan que 6 de cada 10 mujeres migrantes son víctimas de violación en su ruta hacia Estados Unidos. Los victimarios son múltiples, desde hombres migrantes con los que coinciden en el camino, fuerzas de seguridad, funcionarios de migración y frontera, coyotes o polleros, miembros del crimen organizado y traficantes de personas.
Ese camino para las mujeres está lleno, además, de una carga emocional porque esas niñas, jóvenes y madres se enfrentan a realidades distintas e inimaginables. Pero las violaciones y agresiones sexuales no son los únicos problemas que enfrentan las mujeres durante su paso por México, allí también las esperan la extorsión, el secuestro, trata de personas, según lo que reconoce en su informe Amnistía Internacional en México.
Muchas veces el lenguaje corporal, el silencio y las lágrimas al abordarse estos temas con las mujeres que van por el camino o que retornan de manera voluntaria o forzada, son las huellas que dejan entrever una realidad que no quieren contar ni aceptar. Tienen marcas que van más allá de una cicatriz en sus cuerpos, es una marca que penetra el alma y muestra cuán vulnerables son; lo desprotegidas que están en sus países, al negarles garantías de protección, dicen los expertos.
Hay dificultad para dar atención a las mujeres migrantes víctimas de la violencia en el tránsito, donde quedan más expuestas, principalmente si el viaje se hace de manera irregular. A la fecha, no existen recursos en Honduras que estén destinados, específicamente, a abordar la situación de las adolescentes y jóvenes a fin de brindarles protección. Otro aspecto importante es que la gran mayoría de ese grupo poblacional no tiene información respecto a las garantías y derechos que les asisten pese a su condición. Las adolescentes, jóvenes y mujeres, creen que no tienen derecho a protección alguna.
La cruz y el dolor que cargan a sus regresos
“Nos salieron unos muchachos con machete y uno de ellos me agarro el brazo. Nos salieron dos muchachos más; a ellos los tenía enfrente y me llevaron al fondo solo a mí, a lo oscuro. Y ya después, yo no quería pasar porque estaban los cuatro; él me llevaba casi chineada. Fui violada por cuatro hombres, después que llegó el último para violarme, me levanté adolorida, ensangrentada y con mucho dolor y tristeza”, relató Elena, una de las tantas mujeres hondureñas que en el camino al norte fue violada.
Agrega en su relato: “me llevaron de emergencia otras personas a una casa del migrante y me dieron dinero para que pudiera regresar a mi país. Regresé no sé cómo, pero llegué; tenía vergüenza pero le conté a mi hermana lo que me pasó y lloramos juntas. No denuncié, las autoridades no hubieran hecho nada para ayudarme”.
Las mujeres no la tienen fácil, siguen siendo excluidas, utilizadas y abusadas. No hay un protocolo claro de actuación para el recibimiento de las niñas, adolescentes y mujeres que son deportadas, esto limitan la atención de forma inmediata de sus necesidades. Un vacío que urge de la definición de programas pilotos de reinserción en sus comunidades.
Poco o ningún seguimiento se les da a las niñas y mujeres que emprenden un sueño, que en el camino se vuelve un infierno y que en silencio lo guardan porque no saben cómo sacar la herida profunda que les dejó emigrar de su tierra.