ANÁLISIS | El éxodo migrante ¿punto de inflexión en la crisis política hondureña?

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Foto: Konectados

Escrito por Gustavo Irías/ Director Ejecutivo del CESPAD

La dinámica de la caravana migrante

La tarde-noche del 15 de octubre una multitud proveniente de Honduras, calculada inicialmente entre 3,000-4,000 personas, cruzó la frontera de Guatemala  a pesar del anuncio del gobierno guatemalteco de que iba a impedir su paso. Tal como ha ocurrido en migraciones similares en otros sitios del mundo, la intensa presión de una multitud desesperada puede explicar, entre varios factores, la apertura de la frontera sin registros migratorios ni documentación.

Se trata del primer éxodo masivo de migrantes en el siglo XXI, en una zona sin guerra civil, pero con profundas desigualdades y exclusiones. Honduras es un caso particular, país portador de las mayores fracturas estructurales de la subregión centroamericana, además, cruzado por una prolongada crisis política aún sin solución, desde el golpe de Estado del 28 de junio del 2009.

Estas fracturas estructurales se expresan en desajustes tales como la pobreza, crecimiento inequitativo, gasto social ineficiente, desempleo-subempleo, vulnerabilidades ambientales (inundaciones y sequías), agravados por las violencias de diverso tipo y la polarización política. Esto ha creado un poderoso detonante que, por el momento, se traduce en su forma más dramática en la expulsión de considerables contingentes de población que han decidido salir del país, con rumbo hacia Los Estados Unidos.

El éxito de la primera caravana en su paso por la frontera de Guatemala, desencadenó el desarrollo de nuevas caravanas en la frontera con El Salvador (El Amatillo)   y  Guatemala (Agua Caliente)  . Ante esta avalancha humana el régimen hondureño ha cerrado y militarizado las fronteras, cancelando el derecho constitucional a la libertad de circular libremente (artículo # 81 de la Constitución de la República). No obstante, esta  segunda caravana    integrada por aproximadamente 1,000 personas ha logrado superar el cerco en la aduna de Agua Caliente y se desplaza con dirección a la frontera entre Guatemala y México.

Al momento de escribir estas líneas, el éxodo hondureño se ha convertido en una crisis humanitaria de alcance regional. Esta situación fue prevista por la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas,  con sede en Tegucigalpa, que desde el primer momento de este movimiento de población expresó su preocupación por “la vulnerable situación de más de 3,000 migrantes que se desplazan desde Honduras hacia el norte del continente americano”.

En tal sentido, solicitó a los Estados de Honduras, Guatemala y México a «proteger la integridad y garantizar la seguridad de migrantes y personas sujetas a protección internacionales», además de brindarles ayuda humanitaria y asistencia adecuada en base a sus necesidades específicas.

Las amenazas de la Administración Trump,  el “Triángulo Norte” y México

 En pleno proceso electoral para renovar el Senado y la Cámara de Representantes, Donald Trump, ha visto en esta caravana una gran oportunidad para reforzar su política anti inmigrante y racista, y así asegurarse una mejor correlación de fuerzas en estos dos importantes espacios de toma de decisión.

Es por eso que Trump, así como sus principales funcionarios, ha posicionado el tema de la caravana de migrantes provenientes de Honduras como una  amenaza a los intereses de los Estados Unidos.  Ordenando a los países del “Triángulo Norte” (Honduras, Guatemala y El Salvador) a detener y regresar la caravana y ha amenazado con la cancelación de la ayuda estadounidense  prometida para el 2019 a estos tres países.

Trump y sus funcionarios han llegado al extremo de manifestar que con la caravana migrante está colocándose en riesgo la soberanía nacional estadounidense, calificando a los migrantes como “delincuentes” y “criminales”. En tal sentido,  Trump ha anunciado la movilización de su armada a la frontera sur con México; prácticamente ha expresado una declaración de guerra al “Triángulo Norte”.

Sin duda que estas declaraciones de la administración estadounidense resultan exageradas, y se explican por el torneo electoral en curso en Los Estados Unidos. Sin embargo, marcan con suma claridad su política migratoria hacia el “Triángulo Norte”: contención de la migración, criminalización de los y las migrantes, así como deportaciones masivas. Esta política conducirá inevitablemente a agudizar los conflictos sociales en sociedades terriblemente injustas, gobernadas por elites extractivistas con una lógica de acumulación voraz y sin vocación nacional, social y estratégica.

Los actuales modelos de desarrollo excluyentes y anti-democráticos de Honduras, Guatemala y El Salvador requieren tener al mercado estadounidense como una “válvula de escape” para su creciente población “sobrante”, igualmente, necesitan de las crecientes remesas de esta población migrante. Al presente estas remesas son mayores que la inversión extranjera y las exportaciones tradicionales, representado entre el 16% y 21% de su Producto Interno Bruto (PIB) (CEPAL, Panorama de Migración Internacional en México y Centroamérica, 2017).  Esta situación no es sostenible al mediano plazo, teniendo presente la actual política migratoria de la administración estadounidense.

Alineamiento de los gobiernos del “Triángulo Norte”

Mientras tanto, por lo menos al corto plazo, el histórico comportamiento como repúblicas bananeras, es decir, obedientes a los dictados imperiales, podría continuar siendo funcional tanto para las elites tradicionales de la subregión como para la administración estadounidense. Esto de cara a la gestión de la actual crisis migratoria.

De ahí que no sea extraño que los gobiernos de Guatemala, El Salvador y Honduras hayan cerrado y militarizado sus fronteras, tratando de impedir nuevas oleadas migratorias desde Honduras. En el caso de Honduras, no sólo ha militarizado su frontera con salida al norte del continente, sino que ha puesto toda la institucionalidad del Estado al servicio de la criminalización de la migración, colocándose en la cabeza la Secretaría de Relaciones Exteriores.

El gobierno de Jimy Morales que, limitado por la Procuraduría de Derechos Humanos, no tuvo la capacidad de detener la primera avalancha de migrantes, ha trabajado con Juan Hernández y Peña Nieto en un Plan de Retorno  de los migrantes, tal como les ordenara Trump. El gobierno hondureño ha informado del regreso de  miles de migrantes, con la asistencia del gobierno de Guatemala.

En estas circunstancias, como parte de esta crisis, se ha abierto una guerra de cifras. Mientras el Instituto Nacional de Migración (INM) de México ha  informado de la presencia de más de 14,000 hondureños y hondureñas  en su frontera, de los cuales se estima que un poco más de 7,000 han ingresado a territorio mexicano. Por su parte, el gobierno de Honduras en principio anuncio el arribo de más de 700 migrantes   y a las pocas horas este número había subido a 3,433 personas. Por otro lado, la prensa nacional e internacional ha informado sobre una segunda caravana , que constituida por más de 1,000 personas  ha ingresado a territorio guatemalteco.

Las tensiones de la institucionalidad mexicana

En este contexto, la posición del gobierno mexicano ha evidenciado tensiones y contradicciones entre diversos funcionarios del actual gobierno (Peña Nieto) y del gobierno entrante (López Obrador). En principio, el saliente gobernador de Chiapas, Manuel Velasco, expresó abiertamente que Chiapas apoyaría solamente “a los migrantes que ingresen con documentos”, punto de vista reafirmado por Peña Nieto, actual presidente mexicano.

Y en efecto, los y las migrantes hondureños llegaron a una frontera mexicana-guatemalteca completamente militarizada y cerrada a su ingreso, dando paso a una verdadera crisis humanitaria donde miles de personas han permanecido, por largas horas, en el puente fronterizo sobre el río Suchiate sin acceso a alimentación, agua y cobijo.

Siendo las principales afectadas las mujeres, las niñas y niños que representan cerca del 60% del total de la caravana, sector poblacional este que específicamente huye de las violencias y pobreza. Honduras es uno de los países de la región con los más altos niveles de femicidios, violencia sexual e intrafamiliar.

Sin embargo, simultáneamente López Obrador ha enviado mensajes directos a Velasco y al gobernador electo (Rutio Escandón) en el sentido que den buen trato “a los migrantes centroamericanos”, en especial que se garantice albergue y protección a “las familias, las mujeres y los niños”.  Estas tensiones han puesto al desnudo la esencia de la política migratoria mexicana, hostil a la migración centroamericana y alejada de los estándares básicos de los derechos humanos. Pero han sido estas tensiones y el rol activo de las organizaciones de derechos humanos lo que ha permitido el ingreso de una parte de la caravana, otra parte ha ingresado irregularmente cruzando el río Suchiate y la restante aún está a la espera de la respuesta mexicana.

Mirando hacia el futuro, en este asunto clave de las relaciones entre México y el “Triángulo Norte” con los Estados Unidos, López Obrador está marcando la diferencia. A pocos días de su triunfo electoral, en el reciente mes de julio, envió una carta-propuesta a Donald Trump   con el propósito de sentar las bases en la construcción de una nueva relación bilateral basada en el respeto mutuo en cuatro áreas de interés: comercio, migración, desarrollo y seguridad. En lo que corresponde a la migración, incluye una mirada sobre Centroamérica, cuando sostiene que el problema migratorio debe “atenderse de manera integral y de fondo (…)   mediante un plan de desarrollo que incluya a los países centroamericanos, donde millones de habitantes no tienen oportunidades de trabajo y se ven obligados a salir de sus pueblos para buscarse la vida y mitigar su hambre y su pobreza”.

El eventual nuevo liderazgo de México en esta región, podría significar un nuevo marco de relacionamiento con la administración estadounidense, pero también una oportunidad para transformar las obsoletas estructuras económicas, sociales y políticas que sostienen a las rapaces y antidemocráticas elites de la subregión. No obstante, este futuro está por escribirse.

¿Qué claves aporta la caravana de migrantes a Honduras y el “Triángulo Norte”?

El éxodo de migrantes hondureños y hondureñas es un acontecimiento único en este siglo y no ha ocurrido por casualidad. Como todo fenómeno social responde a determinantes profundas, las cuales no habían tenido el espacio y tiempo histórico para manifestarte. Por sus características y las historias de vida de sus protagonistas es la expresión de la acumulación del desencanto con el sistema dominante y la expresión legítima de demanda por justicia.

En tal sentido, aporta claves relevantes tanto para Honduras, como para el “Triángulo Norte”.

Claves para Honduras

  • Modelo de desarrollo agotado. El histórico modelo de desarrollo, pero en especial el fundado en los años noventa y reforzado a partir del golpe de Estado del 2009 ha colapsado socialmente. Este modelo se ha sustentado en la exportación de la maquila, palma africana y otros monocultivos, la expansión del sector de telecomunicaciones y servicios financieros, las concesiones de los bienes comunes de la naturaleza y la privatización de los servicios públicos. Siendo su saldo el incesante enriquecimiento de una minoría, a costa de la pobreza, la exclusión de la mayoría de la población y la reproducción de las desigualdades sociales. Este modelo no ha asegurado el acceso al empleo decente, servicios básicos y condiciones de vida digna para sus habitantes, y está llegando al límite de la tolerancia social.
  • Régimen político deslegitimado. El “orden de cosas” establecido la madrugada del 28 de junio del 2009 no es sostenible. Este régimen mantenido por la infracción permanente a la Constitución de la República, los fraudes electorales, las prácticas corruptas llevadas a su máxima expresión y la continua infracción de los derechos humanos ya no es capaz de asegurar niveles de gobernabilidad básicas para la convivencia ciudadana. La elite gobernante ha perdido la hegemonía, es decir, la aceptación y el consenso de amplios sectores de la sociedad hondureña. Al grado que la desesperanza se ha apoderado de los sectores sociales víctimas de la exclusión, que ya no ven salidas internas a su situación de vida y por ello, grupos extendidos de familias están optando por abandonar el país.
  • Desarticuladas opciones para el cambio político y social. La desesperanza de la población migrante hondureña no sólo es sembrada por un modelo excluyente y una elite voraz e insensible que lo administra, sino también por la débil certeza de que un cambio a su favor sea posible en las actuales circunstancias del país. En tal sentido, es notable la alta fragmentación que caracteriza a los presentes liderazgos políticos y sociales. En tal sentido, esta crisis humanitaria también es un mensaje desafiante para las fuerzas de la oposición democrática.

Es un hecho que Honduras está atrapada, por un lado, por un modelo y régimen político que es incapaz de asegurar el bienestar social a la mayoría de la población. Y, por otro lado, por un amplio conglomerado de fuerzas sociales y políticas que, hasta ahora, no han encontrado la estrategia para articular sus propias fuerzas, modificar el actual orden de cosas y gestionar el necesario cambio democrático.

Claves para el “Triángulo Norte”

 Centroamérica, en especial los países del norte, poseen fluidos vasos comunicantes. Y a pesar de las notables diferencias entre países, los acontecimientos políticos, sociales y económicos que ocurren en un país ejercen influencia directa en el resto. Además, los une un trágico designio histórico: ser el “patio trasero” de la potencia más poderosa del mundo. De tal manera, que la crisis de la migración hondureña también aporta, por lo menos, dos claves para considerar el presente y futuro.

  • La subordinación a los designios de la Administración Trump está llevando a la subregión a un “callejón sin salida”. La complaciente obediencia de las elites gobernantes al Sr. Trump solo les aportará más deslegitimización ante sus pueblos y, lo más grave, las privará gradualmente de una de las fuentes básicas (las remesas) que sustentan su precaria gobernabilidad. No obstante, el ascenso del nuevo gobierno mexicano les ofrece la posibilidad de construir nuevas alianzas y un espacio de diálogo y negociación más favorable con la administración estadounidense.
  • Si no se realizan cambios profundos vendrá un nuevo estallido social. Pero independientemente del signo político de las fuerzas gobernantes en el “Triángulo Norte”, no bastará un asocio con López Obrador para intentar construir una relación más respetuosa y positiva con la gran potencia del norte. Los modelos económicos, sociales y políticos de la subregión afincados en la desigualdad y exclusión social están llegando a su término, después de casi 30 años de acuerdos de paz. Los grandes déficits estructurales se mantienen intactos y un nuevo estallido social es posible, sino se realizan cambios democráticos profundos. La migración hondureña sólo es una pequeña señal del profundo descontento que se anida en la subregión.

 No es exagerado sostener que el “Triángulo Norte”, probablemente sumando a Nicaragua, este en la antesala de un nuevo estallido social, similar al de los años ochenta. Donde, otra vez, las políticas estadounidenses serán un factor esencial en atizar la conflictividad social y política.

Finalmente, regresando a Honduras, al cierre de este artículo se ha anunciado la organización de una nueva caravana, pero está a diferencia de las de los migrantes, es una caravana interna que partirá el 23 de octubre del desvío a La Barca, carretera del norte, y concluirá el 26 de octubre en Tegucigalpa. La consigna de esta caravana es “Lo sacamos o emigramos”, en referencia al abogado Juan Orlando Hernández. Esta caravana ha sido convocada por la Convergencia Contra el Continuismo (CCC).

Tiempos convulsos y difíciles los que vivimos. La caravana de migrantes que con mucho sacrificio y dolor ha recorrido miles de kilómetros ¿estará marcando un punto de inflexión de la actual crisis política hondureña? En estas  líneas se ha aportado una perspectiva de análisis que puede contribuir a esta reflexión.

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