Mujeres invisibles: generadoras de ingresos por cuenta propia y sin apoyo del Estado

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Toñita, como cariñosamente le llaman a María Antonia Leiva Flores, no pudo encontrar un trabajo en la economía formal. Generarse sus propios ingresos era su única opción. Se vio en la necesidad de echar mano de los productos que proporciona la tierra; ahora ella es famosa por la venta de los elotes, tamalitos, montucas, atol y fritas de maíz.

En Honduras, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), hay 1.9 millones de hogares, de los cuales el 33.6% son liderados o sostenidos por las mujeres. Toñita, de 37 años de edad, es una de las pocas mujeres, de las más de 669 mil madres solteras, que sin apoyo gubernamental han logrado salir adelante para proporcionarle alimentación, vivienda, educación, vestuario y salud a su hija.

Antonia Leiva

Toñita no era apta para un crédito con el Estado. Relata que cuando llegó a Santa Cruz de Yojoa, con su pequeña hija, procedente de la comunidad de La Laguna, no sabía qué hacer. Vio en la forma en cómo se crio (junto a sus hermanos y padres trabajando en agricultura), la oportunidad de hacer de los frutos de la tierra, su sustento en la vida.

Con mucho sacrificio, algunas heroínas invisibles como Toñita, han soslayado los obstáculos de una sociedad que no le apuesta a las mujeres, que evade facilitar apoyos financieros para generar ingresos a familias cuyas cabezas de hogar son ellas. Estas heroínas son un ejemplo de lucha constante, en un país donde no existe la voluntad para crear y ejecutar políticas de género que reduzcan y eliminen la brecha de desigualdad entre las mujeres y los hombres.

¿Por qué el Estado debe apoyar a las mujeres del campo y del área rural?

Mientras los elotes se asan en el anafre, sobre el calor intenso que emana de las rojas brasas, Toñita cuenta que el trabajo que realiza desde hace 15 años, en la esquina de una de las calles del barrio Bella Vista, no es su única actividad. También irrumpió, junto a cuatro mujeres más, en la fabricación y comercialización de productos derivados del cacao.

“Nosotras recién comenzamos el año pasado a incursionar en la comercialización de los productos que utiliza el cacao como materia prima. No tenemos mucha variedad porque recién venimos comenzando y sin apoyo de nadie es bien difícil”, agrega Toñita, quien junto a Martha, Orfilia y Paula se convirtieron en cinco emprendedoras mujeres que en octubre del 2017 fundaron la microempresa Delicia del Cacao, con una meta: convertirse en productoras, fabricadoras, comercializadoras y exportadoras de los productos derivados de esa semilla.

Ellas se conocieron en una cooperativa de la cual son socias. Dentro de esa estructura se les facilita la fruta y el maíz blanco para la preparación de la cocoa y el pinol. “Nosotras compramos los insumos, secamos la semilla, la tostamos, la molemos, la empacamos y la ofrecemos a los pobladores. Hay muchas personas que nos encargan para enviar a Estados Unidos. Hasta el momento estamos ofreciendo en el mercado 80 libras de cocoa y 50 de pinol”, narran.

Están conscientes que la venta no genera muchas ganancias pues apenas es de 200 dólares, un dinero que en su mayoría deciden guardar para reinvertir en la compra de la materia prima y de equipo (molinos manuales) para la producción.

Pero estas mujeres han delineado un reto aún más grande: incursionar en la producción del cacao. Están conscientes que el acceso a la tierra por parte de las mujeres es casi utópico y que los financiamientos se los llevan las grandes organizaciones, integradas en su mayoría por hombres.

Cifras y datos preocupantes

Conforme a estimaciones, la pobreza rural afecta al 25 por ciento de las mujeres que habitan en el campo. Sólo el ocho por ciento de las mujeres rurales de honduras (unas 176 mil)  son dueñas de la tierra. Otros datos no menos preocupantes establecen que de 2.2 millones de mujeres que viven en el área rural, 1.3 millones están en condiciones de extrema pobreza.

Del total de la Población Económicamente Activa (PEA-femenina), un 44% genera ingresos por cuenta propia y el 42.0% es asalariada, mientras que el 14.0% se considera como trabajadora familiar no remunerada. Estas cifras demuestran que el sub empleo y el desempleo que enfrentan las mujeres en el mercado laboral las coloca en condiciones de vulnerabilidad, para poder enfrentar sus necesidades vitales y las de su familia, así como la falta  de acceso a los bienes comunes, la tierra, vivienda, crédito y tecnología.

El caso de Toñita y las demás mujeres de esta historia, pone en perspectiva la necesidad imperiosa de que las mujeres, tanto del área rural como urbana, urgen de apoyo por parte del Estado y gobierno para sacar de la pobreza a sus familias.

Credimujer: una iniciativa que busca apoyo para las mujeres y su despegue económico

Luego de que el Congreso Nacional aprobara la creación del Programa de Crédito Solidario para la Mujer Rural (CREDIMUJER), en septiembre de 2015, diversas organizaciones de campesinas y feministas han exigido, durante tres años, la asignación presupuestaria para el inicio del funcionamiento del programa que podría beneficiar a más de 500 mil mujeres en Honduras.

Unas 28 organizaciones de campesinas, feministas y cooperativas demandan al gobierno poner en funcionamiento la iniciativa con la que se beneficiará a más de medio millón de mujeres en zonas rurales, brindándoles acceso a créditos y asistencia técnica para aumentar su productividad en el campo.

Las representantes de las plataformas de mujeres han sostenido reuniones con funcionarios de algunas instituciones del Estado encargadas de aprobar y ejecutar la política pública aprobada para ponerla en funcionamiento. Para estas organizaciones lo alcanzado a la fecha es importante, sin embargo, su objetivo es acompañar a las mujeres de base para que tengan acceso al crédito y supervisar que esos fondos contribuyan a mejorar sus condiciones de vida y el desarrollo de las comunidades.

Para  Wendy Cruz, representante de la Vía Campesina-Honduras, el siguiente paso es que esa política pública sobre el crédito solidario para las mujeres rurales sea una realidad. “Necesitamos que las mujeres verdaderamente puedan tener acceso a crédito en condiciones diferenciadas para que mejoren sus ingresos, sus condiciones de vida y logren una mayor independencia económica de sus compañeros de hogar y otras personas. Que eso sea determinante para no vivir en la violencia que genera esa dependencia económica.

Cruz hace un llamado a los tomadores de decisiones: “que cumplan con la Ley y sobre todo que cumplan con las mujeres rurales en asignar los recursos para el programa Credimujer”.

Las diferentes organizaciones de mujeres y feministas como la Plataforma 25 de Noviembre, Tribuna de Mujeres Gladys Lanza, La Vía Campesina, Las Hormigas y la Coalición Todas, con el apoyo de la Cooperación Internacional OXFAM y AECID, y el acompañamiento del Centro de Estudios de la Mujer CEM-H y el Centro de Estudios para la Democracia CESPAD, han luchado por  posicionar una Agenda Política de las Mujeres que construyeron en el 2017.

La agenda incluye temas directamente relacionados con la mujer como: violencia y femicidios; salud sexual y salud reproductiva; participación política y ciudadana; tierra, territorio y bienes comunes; educación integral gratuita y laica y no sexista; fortalecimiento de la institucionalidad y feminización de la pobreza, un tema que abarca el acceso a la tierra, trabajo, empleo, crédito y vivienda para las mujeres.